Remedios Varo. La gran hechicera del arte

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André Breton definió a Remedios Varo como la gran hechicera del arte y el surrealismo. Fue una mujer libre capaz de crear un universo propio y ecléctico, que fascinaba al poeta Octavio Paz.

 

Entrar en su pintura y en su vida es adentrarse en el misterio. Sus cuadros reflejan un universo peculiar que tiene a la mujer –trasunto siempre de ella misma- como principal protagonista. Cuestiona el supuesto orden lógico de lo real y se aventura en el juego de los sueños.

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María de los Remedios Varo y Uranga​  nació en Anglès  (Gerona), en 1908. Su madre era una devota católica y su padre un ingeniero librepensador. La profesión de su padre la llevó por diversos lugares de España y Marruecos. Pronto se sintió atraída por el dibujo, y su padre la sentaba a dibujar a su lado mientras trazaba planos y diseñaba aparatos.

 

Prolífica desde niña, en parte por la comodidad que le brindaba su estatus y en parte por las lecciones de costura de su abuela y de dibujo técnico que le daba su padre, ingeniero hidráulico, que la llevaba por los museos y le dejaba sus libros sobre ingeniería.

 

Remedios lee muchísimo, también frecuenta los libros científicos de su padre y su hermano mayor, «vedados» para ella, desarrolla gran capacidad matemática y pasión por el dibujo. Su padre fue quien, en 1924, la animó a matricularse en la Academia de San Fernando de Madrid, contra la opinión de su madre, y así Remedios Varo se convirtió en una de las primeras mujeres en estudiar arte.

 

Allí desplegó sus alas y convivió con compañeros como Dalí. Consiguió permiso paterno para viajar a París, con la condición materna de dormir en un convento de monjas. Agobiada por la presión materna, contrajo matrimonio temprano para ser libre. El pacto con su marido, Gerardo Lizárraga, fue la libertad y ser más compañeros que esposos. Los dos volaban juntos y libres, a su ritmo.

 

La huida, de 1961, es la parte final de un tríptico de incluye Hacia la torre y Bordando el manto terrestre, en los que cuenta su propia historia.

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Cuenta de forma cronológica episodios de su vida estudiando en un colegio católico, una etapa que sin duda la marcaría. Seguía por entonces la tradición religiosa de su madre y por otro lado, era el lugar destinado a las jóvenes para prepararlas en vida matrimonial, enseñándoles las labores como la costura. La representación de alumnas encerradas en torres es muy común, aludiendo a la soledad, criticando el puritanismo y el arcaísmo de las instituciones educativas españolas, y que termina con la huida de Remedios de la escuela, enamorada de un joven Gerardo Lizarraga.

 

La separación de sus padres inspiró su cuadro Ruptura, en el que refleja la huida de la vigilancia a la que había sido sometida. Bajando las escaleras encapuchada y con las manos asegurándose una a la otra, ella huye de todo lo establecido, se aleja de esas convenciones que le impiden liberar su pensamiento. Mientras da un paso, su mirada se dirige hacia los papeles que escapan por una puerta entreabierta. Como en la mayoría de sus pinturas, el misterio hace su aparición envuelto en una capa. Debajo hay una personalidad que espera con ansias ser revelada. Deja atrás un colegio, y también a la mujer española sometida a sus padres, la mujer atada a las normas de la rectitud, para tomar la iniciativa e incorporarse activamente al mundo del arte, al que quería pertenecer.

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Al morir su padre, perdió su ayuda económica y volvió a Barcelona donde trabajó como diseñadora publicitaria, sumándose al grupo surrealista catalán Logicofobista.

 

En 1936, expuso junto a Maruja Mallo y otros surrealistas y ya formaba parte del grupo tranasgresor y vanguardista español. Pero el golpe de estado franquista y la Guerra Civil truncaron su vida y su carrera. Colaboró con los republicanos cediendo su casa a brigadistas y eso la unió al activista francés Benjamín Péret, militante del POUM.

 

El devenir de la guerra los obliga a huir a Francia donde se integra en el grupo de Breton y Éluard entre otros. París era una fiesta, pero ella no tenía ni para pagar un café. Vendía pasteles en la calle, se fotografiaba disfrazada y vivía sus sueños surrealistas influida por las teorías de Freud.

 

La influencia del psicoanálisis se refleja en su cuadro: Mujer saliendo del psicoanalista, donde  lleva la cabeza de su padre como si fuera un bolso. En una carta a su hermano, escribió:

Esta señora sale del psicoanalista arrojando a un pozo la cabeza de su padre (como es correcto hacer al salir del psicoanalista). En el cesto lleva otros desperdicios psicológicos: un reloj, símbolo del temor de llegar tarde, etcétera. El doctor se llama Dr. FJA (Freud, Jung, Adler).

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Pero la guerra la perseguía como una maldición. París cayó bajo la cruz gamada del nazismo y Péret fue encarcelado. Ella fue detenida y molestada por el Gobierno de Vichy para sacarle información. Remedios es encarcelada, posiblemente por haber escondido a un desertor del ejercito francés. No se sabe mucho sobre este penoso incidente, porque Remedios jamás habló de él.

 

Al ser liberado Péret, huyeron a México. Remedios Varo nunca volvió a España.

Llegué a México buscando la paz que no había encontrado, ni en la España de la revolución, ni en Europa, la de la terrible contienda, para mí era imposible pintar entre tanta inquietud.

 

Remedios representa al exilio. El exilio político por la Guerra Civil, por la Guerra Mundial y también de sus expectativas como mujer. Huye de la mujer musa y la mujer objeto de deseo hacia la mujer artista, la mujer creadora y la mujer libre.

 

Eligió el acogedor México de Lázaro Cárdenas como patria, al igual que hicieron mujeres como Concha Méndez o Constancia de la Mora. Y allí descubrió un surrealismo nuevo. Libre de los maestros parisinos, alentado por figuras como Frida Kahlo y Leonora Carrington, a la que consideraba “hermana del alma”. México sería su lugar de vida, de magia y de estabilidad.

 

El ambiente de México, la atmósfera acogedora de la ciudad y sus habitantes, el sol radiante y la libertad que se respiraba deben haber servido como bálsamo a los traumas de Remedios, la eterna fugitiva, dándole la oportunidad de depurar su arte.

 

Como afirma Carlos A. Molina, jefe del Museo de Arte Moderno de México:

Está en constante colaboración con otras artistas emigradas, como Kati Horna y Leonora Carrington. Su espacio iconográfico y narrativo es una suerte de representación de hermandad entre mujeres, a partir de las cuales exploran otras vías para el arte, en más de un sentido, mucho más interesantes y menos cansinas y repetitivas que la de los hombres. Es un movimiento artístico proto-feminista.

No olvidó a Péret a quien atendió económicamente desde la distancia -él había vuelto a Francia- hasta su muerte.

 

Su mundo pictórico se relaciona con los miniaturistas medievales, Giotto, el primer Renacimiento de Fra Angélico, pasando por Brueghel hasta llegar al surrealismo. Sus personajes están tocados de un halo fantasmal, irreal, onírico, como Los amantes de 1963.

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Siempre sintió fascinación por los astros y eran un tema recurrente en sus cuadros:

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La luna, especialmente, fue un elemento icónico en la vida y obra de Remedios, tanto como para cazarla con su red y encerrarla en una jaula de pájaros. Por lo menos así lo muestra Cazadora de Astros, pintura en la que su autora aparece con un abrigo confeccionado con tejidos luminosos, casi astrales.

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Para conseguir dinero -no podía vivir de la pintura- fue ilustradora y diseñadora publicitaria, realizó el decorado de la película La aldea maldita, hizo tocados para ballet, pintó instrumentos y muebles, incluso falsificó cuadros de Chirico por encargo.

 

Su matrimonio con el acomodado Walter Gruen le permitió, por fin, dedicarse solo a pintar, animada por él. Gruen es un intelectual y alguien que apoyaba a su mujer. Era dueño de una tienda especializada en música clásica, donde se reunían muchos intelectuales mexicanos.

 

Pero un infarto a los 55 años truncó la vida y la obra de Remedios Varo en su mejor momento.

 

Poco antes de morir, como una premonición, pintó Naturaleza muerta resucitando, donde una llama parece levitar sobre el mantel movida por no se sabe qué fuerza. A su alrededor, giran alocados frutas y platos. Esa vela la representa y nos confirma cómo logró alcanzar un estado de pureza total a través de su arte y del surrealismo en su vida.

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Buena parte de la obra de esta gran pintora permanece en tierras mexicanas. Es de justicia que la patria que ella consideró suya recoja su legado. Y en México alcanzó su madurez pictórica.

 

Remedios Varo crea un mundo propio habitado por cazadores de astros, damas mecanizadas, hombres voladores, trovadores, esquiadores bicéfalos, vampiros vegetarianos y caballeros encantados. Tras cada cuadro hay una historia oculta que ella se llevó a la tumba y que se esfuerzan en descifrar los críticos.

 

Todos sus personajes repiten un esquema físico; la cara en forma de corazón, los ojos almendrados, la nariz larga y afilada con una melena llena de pelo, que son en realidad una repetición constante de su autorretrato.

 

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Acercarse al mundo de Remedios Varo es entrar en otra dimensión desconocida. Siempre fue un ser libre y voló alto. Las dimensiones de este estrecho mundo se le quedaron pequeñas a esta mujer excepcional que nunca se dejó doblegar ni por las convenciones, ni por las normas, ni tan siquiera por las guerras.

 

Remedios Varo fue capaz de unir varios mundos en un solo lienzo, de concebirlo todo desde la magia de su arte y de encontrar sistemas novedosos y revolucionarios en todo lo que tenía frente a ella. Su pincel creaba máquinas y artilugios inexistentes. Su fascinación por estos artefactos se debe a que su padre se dedicaba a la ingeniería y ella lo observaba dibujar en su infancia, como dijimos.  Su padre le enseña a describir objetos volumétricos tridimensionales sobre un plano y que sean perfectamente coherentes, lógicos a la mirada.

 

En la obra de Remedios Varo hay acción, algo que está pasando. Siempre está presente lo narrativo. Nos cuenta una historia que debemos descifrar.

 

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Una parte de su obra pertenece al surrealismo, pero otra es el conjunto de sus sueños lúcidos, de sus vivencias fantásticas y de su indiscutible capacidad para convertir lo ordinario en enigmático.

En palabras de Carlos A. Molina:

Sus cuadros no admiten una mirada superficial, no es un cuadro que te impresione, te guste y cinco segundos después puedas dejarlos. Hay múltiples vías para la lectura e interpretación porque son narrativamente muy complejos.

 

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Junto a Maruja Mallo –la surrealista oficial que la historia ha usado para lavar conciencias- y Ángeles Santos, Remedios Varo forma parte, con todo el derecho, de las figuras punteras del surrealismo español de la llamada Edad de Plata. A la altura de Buñuel y Dalí. Pero injustamente relegada.

En palabras de Victoria Giraudo:

Ella era una libre pensadora. Los franceses hablan del segundo surrealismo, que se produce en la posguerra, y que tiene que ver con el exilio y el existencialismo, con ese dónde estamos y porqué estamos en este mundo. Y ahí se ve mucho esa relación que tiene con el universo, el microcosmos, el macrocosmos, y dónde se sitúa. Sus obras anteriores no son tan autorreferenciales y tampoco revelan su relación con el mundo.

Ya es hora de recuperar, con todos los honores, su nombre y su obra.

 

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