El triunfo de Díaz Ayuso (PP) resulta incuestionable porque las personas que votan en la Comunidad de Madrid así lo han querido. La democracia es el menos imperfecto de los sistemas políticos.
Pero de ahí a convertir esa victoria en un plebiscito contra Pedro Sánchez media un abismo. Madrid no es toda España, aunque a ellos les parezca que sí. Asturias, Cantabria, el País Vasco, Catalunya, la Comunitat Valenciana, las Baleares, Castilla-La Mancha, Extremadura y las Canarias también son España y no comparten la euforia del PP y menos amparar y blanquear a la extrema derecha de Vox. Tomar la parte por el todo suele tener resultados controvertidos.
Díaz Ayuso ha dicho y hecho durante la pandemia aquello que la gente de su Comunidad quería hacer y escuchar. Negar la realidad e inventar una realidad al gusto de la gente que al final es la que vota. A las personas no les gusta perder la independencia, la movilidad, ceñirse a un horario, limitar sus reuniones, a eso Ayuso ante un escenario caótico provocado por la pandemia lo llama libertad, aunque luego ingresen en una Uci o se mueran, así va esto. La política de hoy se hace a golpe de tuit y dura lo que duran esos 140 caracteres. El pasado no sirve, el presente es efímero y el futuro está por descubrir.
Aquel político que sepa gestionar este nuevo escenario tiene mucho ganado. Aquello de los razonamientos ideológicos son cosa del siglo XX y estamos en el siglo XXI.
Un joven o mayor parado hoy, ya no es un proletario al que la izquierda incorporaba y le prometía la salvación. Un parado hoy es alguien que ha salido del sistema y quiere escuchar aunque sea mentira que el sistema liberal-capitalista le ofrecerá una oportunidad de volver a subirse al tren del sistema.
La izquierda tiene que gestionar esta nueva realidad, no soy yo quién para decirle cómo. Pero deben estar al lado de la gente para escucharla y no para verter su verborrea. Deben solucionar los problemas reales y diarios de las personas y no prometerles el cielo cuando viven en el infierno. No eternizar las soluciones en aras de un futuro perfecto. Porque si no es capaz de solucionar el presente quién les va a creer que el futuro será mejor.
La izquierda española tiene una oportunidad de oro para demostrar que son el presente y sirven para gestionar el futuro. Los 140 mil millones de euros que llegarán de Europa son su tabla de salvación si saben como hacerlo. Realidades tangibles que mejoren la vida de las personas o al ostracismo para alegría de la derecha. Lo mejor que tiene la derecha-liberal es su ausencia de ideología. Como decía Groucho Marx “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”. Puede que sea muy banal pero es real.
Principios de izquierdas sí: como la libertad, la igualdad, la justicia en los derechos sociales, salarios dignos, la sanidad y la enseñanza pero con empatía hacia los ciudadanos, no con el manual en la mano.
Pablo Casado ha puesto su barba a remojar porque acaba de ver las de su vecino de Ciudadanos, cortar. Entre falsas sonrisas, euforias y amenazas a los contrarios de anoche en Génova, planeaba la sombra de Díaz Ayuso como candidata a la Moncloa. Pablo Casado nunca ha ganado ni al parchís. La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. Adiós Pablo Iglesisas, tanta paz lleves como desastres dejas.