El monumento es el eje principal de la fiesta de las fallas. Sin él, la fiesta se vería reducida a desfiles acompañados de bandas de música y a una utilización de la pólvora en diversos espectáculos pirotécnicos.
Nada nuevo que no podamos encontrar en otras manifestaciones festivas a lo largo y ancho del territorio valenciano. El monumento fallero a lo largo de las últimas décadas se ha ido adaptando a los gustos de la sociedad y a la situación económica que la envuelve.
Si retrocedemos en el tiempo y recordamos las fallas de la década de los 80 y 90, podemos observar que la monumentalidad era la nota predominante, no sólo en la sección especial sino en cada una de las secciones falleras.
Fue la época de grandes monumentos realizados por Antoni Añón, Vicente Blasco, los hermanos Colomina, Eugeni Micó o Pere Baenas en la década de los 90. Además había comisiones con altos presupuestos que recurrían a artistas consagrados de la ciudad de Valencia como Francisco Mesado o Agustín Villanueva. Todo ello favorecía una rivalidad por el premio que año tras año repercutía en un aumento del presupuesto y monumentalidad de la falla. El monumento fallero vivía su época dorada.
Con la llegada del nuevo milenio el proceso de realización sufrió un cambio muy sustancial con la utilización del poliuretano expandido (poliexpan o suro blanc). Los costes del monumento se podían reducir debido a su menor coste de elaboración y, al mismo tiempo, la monumentalidad y riesgo de los remates podía aumentarse.
Sin embargo la monumentalidad vivida en Gandia en décadas anteriores no fue superada como ocurrió en otras poblaciones de nuestro entorno como Alzira. Tal vez la explicación la encontraríamos en que, durante esa misma época, las fallas tienen gastos que antes no tenían como las hipotecas para adquirir el casal o las obras de insonorización.
Así mismo, el dinero destinado a las actividades falleras que no eran el monumento, aumentan de forma considerable. El llibret dejó de ser una fuente de ingresos para pagar otras partidas y se pasó a utilizar el dinero que genera para su autofinanciación y así, mejorar su tamaño y calidad, esto en el mejor de los casos, puesto que en otros encontramos que el llibret pasa de ser un ingreso a un gasto más asumido por el presupuesto general de la comisión. Las cabalgatas aumentaron sus presupuestos para el alquiler de carrozas y elaboración de espectaculares comparsas.
Las fallas dejaron de utilizar sus casales falleros y optaron por el alquiler de carpas, mucho más espaciosas y cómodas para cenar los días de fallas. Así mismo las comisiones optaron por contratar orquestas y discomóviles para amenizar las noches falleras.
Todo ello conllevó a un aumento del gasto de las comisiones que mantuvieron congelado el presupuesto del monumento que no se vio afectado en su monumentalidad debido a la utilización del poliexpan. Pero a partir de la crisis todo cambia. Los ingresos disminuyen aceleradamente y los gastos se incrementan.
La construcción y el consecuente mantenimiento del Museu Faller de Gandia, supuso una cuota anual de 3.000 euros por comisión fallera, afectando en gran medida a las comisiones más modestas que ya tenían un presupuesto muy ajustado. En los presupuestos globales la partida más importante es el monumento, alrededor del 40%, y es ahí donde las comisiones deciden ajustar el presupuesto recortando en la partida que más gasto conlleva: el monumento fallero. La monumentalidad se reduce y en algunos casos el monumento queda reducido a un carácter casi testimonial, prácticamente en una excusa para realizar una fiesta dejando de lado a su principal protagonista.
Con la salida de la crisis y la recuperación paulatina de los ingresos, las comisiones falleras no aumentan el porcentaje del gasto del monumento para recuperar las cifras anteriores a 2008, sino que destinan dicho beneficio para incrementar otras partidas especialmente vinculadas con la fiesta (mejora de las bandas de música, incremento de días de discomóviles
En los últimos años ha crecido la preocupación de diversos colectivos por el monumento fallero, sirva como ejemplo el movimiento nacido en las redes sociales #volem falla. Donde artistas falleros, comisiones y diversos partícipes de la fiesta reclaman que el monumento recupere el lugar que dentro de la fiesta de las fallas merece y ponga en valor la importancia de la obra artística. Esta campaña ha dado como resultado en la ciudad de Valencia, que la concejalía de Cultura Festiva y los diferentes estamentos falleros (Interagrupación, federaciones de Especial, Primera A, delegados de sector, gremios de artistas,…) lleguen a un acuerdo de cinco puntos para tratar de redireccionar la fiesta hacia su elemento principal: la falla.
Entre los puntos encontramos el establecimiento de un mínimo de gasto en la falla grande para poder participar en los premios. Así como el estudio de que las comisiones destinen un porcentaje del presupuesto al monumento en función del censo de falleros.
Este porcentaje puede ser incrementado por una comisión con pocos falleros adultos de cuota porque cree en el monumento, pero no permite que otra comisión con mucho censo, por muchos gastos que tenga, destine un porcentaje inferior al monumento del establecido en el acuerdo.
Si queremos creernos el movimiento #volem falla y apostar por recuperar la importancia del monumento en las fallas de Gandia, tal vez sería hora de sentarse en una mesa las comisiones falleras, la Junta y los artistas falleros para llegar a un acuerdo similar al alcanzado en la ciudad de Valencia y poner en valor el factor fundamental de la fiesta de las fallas: el monumento fallero.