¡No puedo respirar!

 

 

Esas fueron las últimas palabras de George Floyd antes de morir en plena calle asesinado por un policía blanco en Mineápolis. Racismo en estado puro. Un problema nunca resuelto en la llamada primera democracia del mundo.

 

Voy a contar una experiencia en primera persona vivida por mí en los Estados Unidos de Norteamérica. Era el año de 1990, viajé como enviado especial a Seattle, estado de Washington, noroeste del país y frontera con Canadá para cubrir los GoodWill Games “Juegos de la Amistad” para Canal 9. 

 

Estuve durante 21 días en Seattle y luego otros 21 de vacaciones en New York. Los juegos de la amistad enfrentaban a deportistas de Norteamérica contra deportistas de Rusia y la ex- Alemania Democrática. Organizados por Ted Turner, marido de Jane Fonda y magnate de los medios de comunicación americanos.Turner fue fundador de la prestigiosa CNN, entre otros medios. Se celebraban cada cuatro años al estilo de las olimpiadas, alternando como sedes cada vez una ciudad rusa o una norteamericana.Y todo financiado por el magnate norteamericano.

 

Hacia el décimo día de los juegos, una camarera argentina del IBC, centro desde el que hacíamos las retransmisiones, llamada Olivia me comentó que en un parque a la entrada de la ciudad habían recluido a los pobres e indigentes que normalmente deambulaban por la ciudad de Seattle, para que los periodistas de medio mundo que allí estábamos no nos encontráramos con ellos y dar una mejor imagen.

 

Hasta allí acudimos varios periodistas de TV3, TeleMadrid y yo como Canal 9 para comprobar la información.Y efectivamente en un parque al lado de un río a la entrada de la ciudad, un tanto escondido comprobamos que esas personas en número aproximado de unas 300 estaban hospedados en tiendas de campaña del ejército, tenían comida gratis y un lugar donde residir durante la duración de los juegos.

 

La mayoría eran negros, afroamericanos e hispanos. Vigilados por la policía de Seattle a pie y a caballo las 24 horas del día. Confinados en pocas palabras. Entrevistamos a algunos y algunas hispan@s. A la policía no le gustó demasiado pero como éramos periodistas y extranjeros, tragaron. Eso sí, no pudimos estar más de una hora.

 

 

Esa visión no se me olvidará en mi vida. Seattle era en aquellos momentos una de las capitales económicas de los Estados Unidos. Con una renta de las más elevadas. La ciudad inmaculada, el centro financiero conectado con la periferia por un metro sobre un mono-rail aéreo, signo de opulencia y poderío. Y la población acaudalada vivía en los alrededores del gran lago con forma de herradura que da al Pacífico en casas unifamiliares de alto nivel. Todos tenían un par de coches, un yate y un hidroavión. Para largas, medias y cortas distancias. Con el Mount Rainier 4.300 metros (Monte de la lluvia) presidiendo el paisaje. Un volcán apagado espectacular.

 

Ya se hacía evidente la América clasista y racista. Tanto tienes, tanto vales. Y si no tienes nada, nada vales. Esa brecha social, económica y racista no ha hecho más que agrandarse durante 30 años desde 1990 a 2020.

 

A mí también se me corta la respiración cuando veo estos días a la derecha de este país acompañada de los fascistas criticar el Ingreso Mínimo Vital con argumentos como el “efecto llamada” según Vox y que “no debe ser permanente” para el PP. 

 

Miren uno de los problemas que arrastra España desde la primera República es que la derecha si no manda, rompe la baraja. Si ellos no manejan el destino y las finanzas dan un golpe de estado y se acabó. Entienden la democracia como un instrumento de poder manejado por ellos, los demás no tienen derecho. La izquierda sólo puede estar en la oposición, no en el poder. Niegan la legitimidad constitucional de una moción de censura recogida como instrumento válido para llegar al poder. Siempre han sido así de zafios , ruines y antidemocráticos.

 

La derecha democrática europea entiende la alternancia de poder y asume los resultados electorales. Y la propia derecha, Angela Merkel canciller alemana, es la primera que pone barreras a la ultraderecha populista. Aquí no, a Vox se le quiere blanquear a toda costa por parte del PP y los medios de comunicación afectos al régimen en nombre de una falsa equidistancia.

 

A la derecha populista y a los fascismos del siglo XXI no se les puede legitimar en nombre de nada, se les debe combatir desde la legitimidad de las urnas y la denuncia por parte de los ciudadanos demócratas ante sus actuaciones. ¿Nunca podremos tener una derecha respetuosa y responsable en esta España de todos?

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