Margarita Ferreras. Mujer moderna, maldita y olvidada

La vida de Margarita Ferreras está repleta de algunas luces y muchas sombras. Poco hemos podido averiguar sobre esta escritora. Gracias a las memorias de Manuel Altolaguirre, se sabe que fue amante de un infante de España y que cuando estalló la Guerra Civil se fue a Valencia, donde enloqueció. Pero hay muchos errores en ellas. La memoria es traicionera. Comenzando por el apellido, que era Ferreras y no Cañedo, como demuestra su acta de nacimiento.

 

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[…] me sobrecoge pensar en mi encuentro con la poetisa Margarita Cañedo, que con la razón perdida, despeinada y mostrando desgarrados sus antiguos vestidos, se me apareció en una calle de Valencia pidiéndome socorro. Había sido, en tiempo de la monarquía, amante de un infante de España, que la colmó de riquezas.

 

Vivía en un palacete con fachada de mármol y lucía lujosas alhajas cuando asistía a los teatros. Sin duda el desvío de su principesco amante hizo que adoptara ideas republicanas y como era todavía joven y hermosa, sostuvo amoríos con algunos políticos destacados.

 

[…] Margarita no pudo resistir el ambiente de la guerra. Se sentía sola, sin comprender la razón de los acontecimientos y con un terror inmenso por el porvenir. Tuve que acompañarla al cuarto del hotel donde vivía y por muchas que fueren mis atenciones, no recuperaba el buen sentido y siempre estaba a punto de realizar planes disparatados.  Nunca más he vuelto a oír hablar de ella.

 

También sabemos que fue socia del Ateneo de Madrid, al menos en junio de 1930, mes en el que Manuel Azaña, por aquel entonces recién elegido presidente de la institución, escribe una carta a su amigo el director teatral Cipriano Rivas Cherif donde se refiere a Ferreras, en unos términos no precisamente positivos y acordes con su concepto patriarcal de la mujer: su tierna esposa frente a las peligrosas malas mujeres libres y desvergonzadas:

 

Margarita Ferreras, que es socia del Ateneo, estuvo en la sesión, y al terminar, comentaba en un corro mi discurso. Dijo que yo le parecía un hombre frío, sereno, y le preguntó a [Ángel] Galarza si yo era sensual… No supieron y no contestaron. Mi tierna esposa está muy escandalizada con tales curiosidades de la Margarita y supone ella que hasta entre las malas debe de haber clases, unas más desvergonzadas que otras.

 

Críticas como esta pudieron convertir a Margarita Ferreras en la “comidilla” de la alta sociedad madrileña de principios del siglo XX. Ello explicaría que no fuera socorrida en sus momentos más duros de pobreza y enfermedad.

 

María Margarita Ferreras Lorenzo nació en Alcañices, provincia de Zamora, el 26 de febrero de 1900. Sus padres fueron Abelisa Lorenzo García, oriunda de Canfranc, y Francisco Ferreras Toro, oriundo de Alcañices. Su padre era interventor de Hacienda en la provincia de Palencia. Su madre había obtenido el Diploma de Honor escolar en 1878. Al morir su padre, la familia se trasladó a Madrid. Allí residían los únicos miembros que quedaban de la familia paterna. Su tío, José Ferreras Toro, era periodista, abogado y político del Partido Constitucional.

 

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Margarita Ferreras fue uno de los primeros amores del escritor Álvaro Retana -a quien se consideraba “el novelista más guapo del mundo”-, cuando ella era adolescente. La madre de la joven no aprobaba este noviazgo, por lo que se llevó a la muchacha a Barcelona, «donde no tardó en buscarle un protector adinerado». Este hecho no impidió que Ferreras enviase cartas de amor apasionadas a Retana, el cual le dedicó su obra Ninfas y sátiros.

 

Su relación con Retama nos da datos de la joven recién llegada a Madrid. Además de plasmar el momento en el que se conocieron en su estudio a través del primo del novelista y de certificar que la madre de ésta la acompañaba al encuentro, relata cómo Margarita Ferreras buscaba ascender socialmente a través del teatro.

 

En torno al año 1928, pretendió asumir el papel protagonista en la obra Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín de Federico García Lorca, aunque el papel fue asignado, finalmente, a la actriz Magda Donato, hermana de Margarita Nelken. La función no llegó a estrenarse, se dice que por lo mal que le sentó a Ferreras el desplante y por tener el apoyo de su amante, el infante Fernando de Baviera, primo del rey Alfonso XIII.

 

Álvaro Retana, al final de la guerra fue encarcelado y condenado a muerte por la dictadura, si bien se le conmutó la pena por la de cárcel, hasta salir en libertad en 1948.

 

Sabemos también que Ferreras llegó a conocer a Juan Ramón Jiménez, a quien admiraba mucho, en la casa de los Altolaguirre en Madrid. Una muestra de la admiración que la poeta sentía por el escritor es que le dedicó su libro, el único libro que publicó, Pez en la tierra.

 

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Llama la atención cómo la joven poeta se hizo a sí misma, alardeando sin tapujos de su relación sentimental con el infante, a quien le reclamó durante años una importante suma de dinero que supuestamente prometió donarle. Curiosamente, este dato lo atestigua Ayala, cuando se encontraba recién licenciado en Derecho. Lo sabía porque Margarita Ferreras le había pedido asesoramiento legal al respecto.

 

El hecho cierto es que Margarita Ferreras participó plenamente del ambiente cultural del Madrid del primer tercio del siglo XX. Hasta Francisco Ayala llegó a decir de ella que era “demasiado conocida” y la llega a describir como una auténtica diva que recibía a sus invitados descendiendo “majestuosamente” por unas escaleras y vistiendo ropas bordadas en seda. Incluso su nombre apareció en el prólogo de un libro de García Lorca.

 

Frecuentaba los círculos feministas intelectuales más notorios de la época, como el Lyceum Club o la Residencia de señoritas, que dirigía María de Maeztu, con la que mantiene correspondencia. Pero se sabe que tanto en la Residencia de Señoritas como en el Lyceum Club no guardaba buena relación con el resto de mujeres, quizá porque vivió un estilo de vida más adelantado que el resto, según cuenta el investigador Fran Garcerá.

 

Fue también amiga o conocida de Ernestina de Champourcín, Josefina de la Torre o Maruja Mallo. Y su amistad con Concha Méndez y  Manuel Altolaguirre hizo que, en 1932, editaran, en su prestigiosa colección, el único libro de Margarita Ferreras, Pez en la tierra.

 

 

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El crítico de ABC, a propósito del libro, decía que Margarita Ferreras:

En el fondo de su alma tiene cosas que decir, (su poemario está) dotado de una admirable y envidiable forma de expresión (…) con subjetiva y encantadora y melodiosa originalidad. Es todo luz y claridad, que suelta las amarras de las formas, (…) del recetario clásico de encajonamiento tradicional y lanza libre su voz dulce, llena de contenido emotivo.

 

El libro tiene claras resonancias eróticas muy avanzadas para su época. La primera parte (la mejor según algunos) está dedicada a Juan Ramón Jiménez, al que llegó a conocer como dijimos. La segunda parte, también de indudable calidad, consta de poemas más paisajísticos, con algún eco postmodernista. El libro lleva un prólogo del novelista Benjamín Jarnés, que según Francisco Ayala en sus memorias, estaba un tanto enamorado de Margarita Ferreras.

 

El editor, Altolaguirre, pone en boca de la autora la razón del título:

Como “un pez en la tierra” es la mujer enamorada. Así se mueve. Es la mujer que siente las sacudidas de una gran pasión.

 

Cuando se empieza a reconocer su faceta como escritora con la publicación de su poemario, considerado entre sus contemporáneos como “un gran libro de versos”, llegan las lagunas sobre su vida.

 

Poco antes de la guerra, Margarita Ferreras había comenzado a sufrir algún tipo de trastorno nervioso o mental. Ella misma nos deja testimonio de esta etapa en su correspondencia con Miguel de Unamuno. Le pide hablar con él, con mucha necesidad, casi con desesperación. No consta que el rector salmantino le contestase.

 

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Sus palabras reflejan a una mujer atrapada en las arenas movedizas de la miseria, el abandono y la locura: a un pez en la tierra.

 

La Guerra de España y la dictadura franquista posterior, sumadas a una personalidad adelantada a su tiempo y al protagonismo de su enfermedad mental la condenaron a un infierno y a un completo olvido. La poeta estaba mal. Había sido diagnosticada de una psicosis exógena en el sanatorio mental en el que había sido encerrada temporalmente y contra su voluntad.

 

Me paso horas y horas acurrucada en un rincón como un animal enfermo.

 

Un testimonio inquietante que pone de manifiesto los usos y prácticas de la medicina mental de aquella época, además del declive progresivo, tanto social como económico, de Margarita Ferreras.

 

Sabemos que en 1940 vive en una humilde pensión en Madrid. Aunque algunos, como Altolaguirre, la creían en el extranjero, parece que volvió a Zamora, donde está documentado que recibe un auxilio de la Junta Provincial de Beneficencia. Todo parece haber llegado a su fin, como expresa en sus versos:

Y deseo la muerte

por amor a la vida.

 

Hay constancia de que sola y perdida, aún estaba viva en 1964, pero no hay más noticias.

 

Fran Garcerá, especializado en las poetas de la llamada Edad de Plata, asegura haber descubierto que falleció el 19 de noviembre de 1964 en la residencia de las hermanas hospitalarias de Palencia y que allí fue enterrada.

 

Margarita Ferreras fue una poeta fascinante que, pese a no pertenecer al núcleo fundacional de la Generación del 27, se debe considerar dentro de ella. Fran Garcerá afirma que la suya es “una voz única dentro del resto de poemarios escritos por mujeres en la Edad de Plata de la literatura española”.

 

El su libro Pez en la tierra, tras el prólogo, Margarita Ferreras incluye unos versos de San Juan de la Cruz a modo de anticipo o aviso para navegantes del tipo de poesía amorosa que nos vamos a encontrar:

Estábame en mí muriendo

y en ti solo respiraba…

Yo me metía en su fuego

sabiendo que me abrasaba.

 

El erotismo de sus poemas sobrepasaba las normas morales de la época. A pesar de que se habían logrado avances en la igualdad -como el derecho al voto de la mujer- no era bien visto que ellas trataran ciertos temas y fueran libres para expresar sus deseos amorosos más allá del sentimentalismo “rosa” .

 

Soy una fruta de oro
ácida y dulce,
fría y ardiente.
Revoloteas
como una mariposa
con un alfiler grande
atravesado el cuerpo.
¡En el arranque de la nuca
La aguja fría del deseo!

 

Hablar con esa libertad no era adecuado en una mujer. Como explica Garcerá:

Mostrar públicamente el deseo no estaba bien visto. Incluso en el prólogo a una obra de Lorca se dice que cuando Margarita recitaba lo hacía pasionalmente. Y es que Margarita era deseo con mayúsculas.

 

Sus poemas rezuman sensualidad, pero también la angustia vital con la que se veía obligada a convivir.

Revuelto en oleadas de agonía
trepa por mis raíces
y florece en sonrisa,
este instinto
que araña como un topo
en las sombras amargas
que me entierran en vida.

 

Cada verso, cada poema parecen pertenecer a otra dimensión. Margarita Ferreras luchaba, además, en muchos frentes. Desde el personal al literario, pasando por la incomprensión social. Cada día que sacaba adelante contra las dificultades la animaba a seguir. Era apasionada en su pensamiento y en la transmisión del mismo.

 

Autores como Giménez Caballero entendieron el carácter rompedor del libro de Margarita Ferreras:

La autora ha puesto en esos versos algo más que tinta. Un temperamento sensual tan fuerte que a veces impresiona. Impresiona más que Madame la de Noailles. Coletean sus entrañas líricas como pez en tierra, medio asfixiadas de deseo por volver a su elemento

Pez en la tierra es un gran libro de versos. Cada poema vibra por sí solo, como si cada poema fuese un pez. Es un libro de agonía de pez. De insatisfecha e inextinguible lucha erótica. Volver a su elemento este alma: el amor.

 

Pez en el agua es un libro audaz y adelantado. Esconde una carga reivindicativa pionera e infrecuente en su época sobre el papel de la mujer, como afirma Shirley Mangini de la Universidad de California. Vanguardista y con ecos tradicionales, como corresponde al Grupo del 27.

 

La poeta utiliza los cuatro elementos -agua, fuego, tierra, aire- para crear unas imágenes poéticas impactantes que rebosan sensualidad y erotismo, teñidas de angustia ante la pérdida o ausencia del ser amado, del que depende por completo. De este modo, consigue que el lector penetre en su piel y sepa qué es exactamente lo que siente un auténtico pez en la tierra.

Se abre la mañana como una rosa plena.
Ciñe el cielo a la tierra con sus brazos de aire.

Hora caliente.
Vibración nerviosa.
Sangre salpicada.
Rosas, rosas, rosas. […]
Los pájaros, los árboles, las rosas,
las bocas encendidas y entreabiertas
pierden su vida, gota a gota.

Como una boca ávida el agua se desliza
en roce íntimo y sensual,
sin ruido.

 

Debió dejar a todos, escritores y poetas, asombrados. Y quizá un poco recelosos por la fuerza de una escritora excelente que dominaba la lengua poética como pocas. Una mujer de intensa fuerza interior que desbordaba los cánones femeninos de la época. Pero tuvo la mala suerte de que la vida la trató con poca amabilidad. Tuvo una trayectoria vital complicada y eso la condenó al ostracismo.

 

Fue un triste fin para una mujer que dejó escrito:

 Ni argolla ni dogal

quiero ser en amor.

Prefiero seguir

la lección de la rosa.

Si una mano me hiere

le daré mi aroma.

 

Según Fran Garcerá, su poesía empieza a entenderse ahora:

No me atrevería a definir los poemas de Margarita Ferreras como realistas, si por ello entendemos la poesía testimonial y combativa que sí se desarrollará durante y después de la Guerra Civil. En su poesía, Margarita Ferreras da cuenta de un yo poético que se corresponde con un mundo interior, en muchas ocasiones, atribulado. De hecho, algunas de las imágenes más potentes y oscuras de sus poemas pueden leerse ahora desde nuevas perspectivas bajo la circunstancia de la enfermedad que la aquejaba.

 

Fue una mujer moderna, maldita y olvidada porque era demasiado adelantada para su tiempo.

Parece haber sido víctima de un olvido sistemático en las memorias de otros poetas como Luis Cernuda o Concha Méndez, quizás en parte por su personalidad y las formas que eligió para abrirse camino en ciertos campos, que la situaban lejos de los cánones de la época y la adelantaba casi medio siglo en ciertos aspectos de su comportamiento respecto al de otras escritoras. Su posterior desaparición y el exilio de la mayor parte de los miembros de dicha generación, fueron también decisivos para su posterior olvido.

 

Ella lo expresa así en sus versos, con tremendo desgarro y también un digno desprecio:

Por un torrente turbio de lágrimas y sangre

se abre mi corazón en grietas de desprecio.

 

Margarita Ferreras fue poeta de una sola, pero potente obra, de 28 poemas y una corta edición de 250 ejemplares de la que posiblemente no haya sobrevivido ninguno.

 

Tras la llegada del franquismo, muchas de las mujeres que formaban parte del panorama poético español desaparecieron, hasta que en 1947 Carmen Conde publicó Mujer sin edén.

 

Margarita Ferreras es una de las últimas mujeres rescatadas de la Generación del 27. Poco a poco se va reparando el olvido. Lenta pero inexorablemente.

 

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