Luisa Carnés. La mujer triplemente olvidada

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En los años 20 del siglo pasado soplaban aires de libertad para las mujeres. Se incorporan al arte y la cultura y rechazan al papel tradicional de ángel del hogar. La “mujer moderna” aparece como un modelo radicalmente nuevo de mujer que provocó una reacción de recelo, cuando no de abierto rechazo, entre intelectuales y artistas que aceptaban el cambio y la novedad en otros campos. Los hombres las tutelan y toleran, pero no las consideran sus iguales.

 

 

El núcleo “oficial”, en todos los sentidos, de la Generación del 27 lo integran solo autores varones y alguna mujer de clase social acomodada, que han disfrutado del acceso tanto a la universidad como a la cultura. Algo que nos recuerda la importancia de pensar la desigualdad de género en relación con la desigualdad de clase. Y es que las mujeres de clase trabajadora tienen que trabajar para mantener a su familia y por ello no acuden a las reuniones de intelectuales de la Residencia o del Lyceum. Su origen y condición las expulsa, aún más si cabe, de la fotografía de generación. Ellas lo tuvieron aún más difícil.

 

 

Entre las grandes prosistas desconocidas destaca Luisa Carnés, cuya novela Tea Rooms se ha convertido actualmente en un fenómeno editorial. Hasta hace pocos años, nadie conocía a Luisa Carnés fuera de reducidos círculos académicos –es obligado citar a Antonio Plaza, quien ha sido durante años quien ha mantenido viva la investigación sobre la autora–, pero entonces llegó la reedición en 2016 de Tea Rooms. Mujeres obreras y se desató la locura. España entera descubrió a través de aquella novela social, pionera del reportaje novelado, a una escritora y periodista que había caído totalmente en el olvido tras el exilio mexicano y su muerte precoz, en 1964.

 

 

Luisa Carnés nació en una humilde familia madrileña. Su padre, Luis Carnés, era barbero y practicante. Su madre, Rosario Caballero, era sastra, pero abandonó el trabajo para cuidar de seis hijos de los cuales Luisa era la mayor. Luisa abandonó la escuela a los once años y entró como aprendiza en el taller de sombreros de una tía suya,​ trabajo que dejó para pasar al obrador de una pastelería. Como cuenta en una entrevista que le hicieron en 1930:

A los once años aprendí un oficio. Entonces, quizás, surgieron en mí las inquietudes, que aún no me han abandonado, las preguntas a las que todavía no he hallado contestación. ¿Por qué las mujeres se odian entre sí tan terriblemente?

 

 

Su nieto, Juan Ramón Puyol, nos lo describe así:

Las penurias eran tremendas. Ella empieza a trabajar porque lo necesitan. Era la mayor, la que estaba obligada. Los sueldos eran miserables, sobre todo si se trataba de mujeres y niños. Además, si trabajabas, en casa se quitaban una boca para desayunar.

 

 

En palabras de Becerra Mayor, Luisa Carnés

no era una ‘sinsombrero’ porque nunca tuvo que hacer el gesto de quitarse el sombrero como las demás mujeres de este grupo, ella los había cosido.

 

 

Luisa Carnés va mucho más allá de la etiqueta de escritora del 27. Es una escritora obrera, social y politizada, a la que la etiqueta desactiva. El mundo del trabajo es un elemento central en su vida y en su obra. Confiesa que en 1923 cogió «la pluma por primera vez para hacer un cuento» y que, como no se podía «gastar un duro en un libro», se alimentaba «espiritualmente con los folletones publicados en los periódicos y con las novelas baratas». El primer cuento localizado en la prensa es Mar adentro (1926). Entre esta fecha y la primavera de 1929 publicó cuatro cuentos en la prensa, hecho poco común en personas ajenas al mundo de la cultura.

 

 

Su formación fue autodidacta y fue ascendiendo en sus lecturas «hasta Cervantes, Dostoievski, Tolstói…» a través de textos que adquiría e intercambiaba en librerías populares, mientras trabajaba también desde 1928 como telefonista o mecanógrafa.

 

 

Su primera obra impresa, Peregrinos del calvario (1928), reúne una serie de novelas breves con influencias de Dostoyevski,Tolstoi, el folletín y la novela popular, en un tono religioso común a sus primeros textos. Asombró a los críticos por la madurez de su estilo, de su fuerza expresiva y excelentes dotes de observación.​ Con sólo veintitrés años, se convertiría en una de las figuras femeninas más destacadas de la cultura española de los años 30 gracias a su narrativa social. En 1930 aparece su segunda publicación narrativa, Natacha, ambientada en un taller textil en el que trabajó durante un tiempo. La crítica la calificó de obra madura.

 

 

En la editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones conoció a su primer marido, el dibujante Ramón Puyol, con el que tuvo un hijo. Puyol era un hombre muy comprometido políticamente. Sus obras de cartelería, como el famoso diseño del «No pasarán», marcarán la historia cuando acabe la guerra.

 

 

Tras el cierre de la editorial emigró a Algeciras con su marido e hijo. Tras un año en Algeciras, Luisa decide hacer su propia vida. Se separa de Ramón y regresa a la capital acompañada de su hijo. Publica artículos, escribe cuentos, pero como el dinero no le llega acepta un empleo como camarera en un salón de té, que le inspiró, según algunos, su mejor libro, Tea Rooms. Tea Rooms. Mujeres obreras es su novela más marcadamente social, una novela-reportaje con experiencias reales de las mujeres trabajadoras de la época. Es una singularísima novela a la que Carnés traslada su experiencia como empleada. Una voz en tercera persona focaliza la figura de Matilde, una obrera a quien el pensamiento le duele y recorre Madrid buscando empleo.

 

 

En palabras de Marta Sanz:

Carnés, encubierta tras la lúcida mirada de Matilde, sabe que está en el bando de los perdedores incluso antes de haber perdido una guerra. El estilo capta lo que la escritora piensa del mundo: roto, veloz, lleno de ruido… La novela-reportaje como género sintetiza la observación naturalista de la experiencia laboral auténtica, los diálogos de magnetofón con sus entrañables laísmos madrileños…

La visión de la pobreza no es idílica ni buenista, sino violenta, corruptora y sucia. Las cosas terribles suceden con la naturalidad con la que suceden las cosas terribles en las sociedades inhumanas.

 

 

En Carnés se percibe cierta influencia cinéfila que se manifiesta en crítica de la alienación de las obreras fascinadas por los actores que van al Tea Room. Y su mirada funciona como el ojo de una cámara cinematográfica, sigue diciendo Marta Sanz.

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Luisa Carnés siguió escribiendo novelas y cuentos y colaboró con diferentes medios periodísticos. Desde su trabajo como articulista, que a veces firma con el seudónimo Clarita Montes, hasta sus ficciones, todo está impregnado de la lucha por la igualdad femenina y la dignidad de las personas.

 

 

Desde 1934 hasta la Guerra Civil, la escritora acentuó su compromiso político y literario. Así lo describe en plena guerra:

Empecé a interesarme por todo… Me dolía el dolor de los heridos que llegaban en los camiones a los hospitales y el de las madres que perdían a sus hijos en los frentes […] Me identificaba con las mujeres que hacían colas, al amanecer, ante las tiendas; con las que daban su sangre para las transfusiones; con las que cosían uniformes, con las que habíanse entregado en cuerpo y alma a aquel heroico despertar del pueblo… Me sentía unida a todo y a todos […] Me llenaba de gozo ver alejarse a los niños hacia lugares de España donde todavía las sombras de la noche no eran mensajeras de la muerte.

 

 

Fue militante del PCE y apoyaba a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino​. Y cuando se hace un acto de apoyo para ayudar a Clara Campoamor, la última firma de la convocatoria de los actos es la de Luisa Carnés. Durante la Guerra Civil, Luisa ya vive con el poeta Juan Rejano, su gran amor y compañero el resto de su vida. Ambos se implican en apoyar de distintas maneras al bando republicano. Defensora activa de la causa republicana, escribió artículos y teatro de combate que estrenó con Rafael Alberti.

 

 

La escritora acompaña, como periodista, a la redacción de Frente Rojo, uno de los periódicos más importantes en la propaganda republicana, y marchará junto con el Gobierno a Valencia. Y de ahí a Barcelona, que abandona apresuradamente con la llegada de la Quinta Columna. Luisa Carnés se centró en su labor como periodista militante hasta que tuvo que exiliarse y pasó a Francia por La Junquera. Los cuentos, en una cartera de piel, fueron lo único que la escritora llevaba consigo cuando tuvo que partir al exilio con lo puesto.

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(Cartera de piel que Luisa Carnés llevaba cuando partió al exilio – ÁLEX PUYOL)

 

 

Se libró de ir a parar a un campo de concentración gracias al ofrecimiento de acogida del presidente mexicano Lázaro Cárdenas, y así terminó exiliada en 1939 en México donde llego en el famoso trasatlántico Veendam junto con un puñado de intelectuales republicanos.

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Los comienzos en México no fueron fáciles. Trabajó en la radio y colaboró en medios periodísticos para sobrevivir. En 1941 se nacionalizó mexicana para poder trabajar y eso le dio más visibilidad. Fue una de las primeras mujeres que ejerció el periodismo en ese país. Al frente de la revista Mujeres españolas buscó unir a mujeres de toda ideología para ayudar a las mujeres encarceladas en España y a las esposas y familiares de detenidos por el franquismo.

 

 

Nunca abandonó su militancia antifascista. Suscribió una carta dirigida a Eleanor Roosvelt pidiendo ayuda para los refugiados que permanecían en Francia, acosados por el peligro nazi. Cerca de  tres mil españoles corrían el riesgo de ser entregados a las autoridades franquistas, como Pétain había prometido a Franco.

 

 

En México permaneció hasta su muerte, en marzo de 1964, en un accidente de automóvil, aunque su familia se salvó. Llovía, o había llovido, cuando la escritora Luisa Carnés volvía a su casa el 8 de marzo de 1964 después de haber pronunciado un discurso por el Día de la Mujer para la colonia española de exiliados en México. El coche se estrelló en la carretera y la obra literaria de esta narradora excepcional quedó sepultada en un olvido que ha durado décadas.

 

 

Su pérdida supuso un duro golpe para la familia, sobre todo para su hijo. Un trauma familiar que se prolongó durante demasiados años. Pero su figura literaria y pública volvió de la mano de un investigador:

Hay un valedor de todo esto, una figura indispensable que es Antonio Plaza—confiesa su nieto Juan Ramón—. Él se puso en contacto con mi padre en los noventa. Decidió recuperar a Luisa. Era consciente de quién era ella cuando realmente ni los nietos nos lo planteábamos. Yo sabía que había tenido una abuela escritora y que había libros antiguos editados, pero ninguno de los nietos le dábamos el valor que tenía. Fuimos conscientes gracias a Antonio. Nunca le estaremos suficientemente agradecidos.

 

 

Luisa Carnés dejó un corpus literario de una decena de novelas, más de sesenta cuentos, tres piezas de teatro y centenares de crónicas.

 

 

Sus cuentos completos han sido editados en dos volúmenes. El primero, Rojo y gris, recoge los recoge los treinta y cuatro relatos escritos en España hasta 1939. Dueña de una potente prosa, cruda y sin filtros, Carnés repasa en estos cuentos el conflicto armado, la condición infantil, la miseria y las desventuras de los represaliados, la lucha de clases y, de forma singular, la condición de la mujer, castigada por la desigualdad y condenada a una pelea permanente para ocupar su espacio.

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El segundo, Donde brotó el laurel, reúne treinta y cuatro relatos escritos en su exilio mexicano, entre 1940 y 1964. Once de ellos permanecían inéditos hasta esta edición. Las narraciones que aquí se presentan amplían considerablemente la lectura de la producción de Luisa Carnés. Junto a los temas ya habituales de su cuentística, aparecen otros nuevos, como la posguerra, las desventuras de los represaliados, el choque cultural o la segregación racial, profundizando así la autora en asuntos de su interés, junto a aquellos siempre presentes en su obra, como la situación de la mujer y la condición infantil, cuestiones que inspiraron toda su narrativa breve antes y después de la Guerra Civil, y durante su exilio mexicano.

 

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El olvido de Luisa Carnés no solo se debe al «hecho de que era mujer y una de las perdedoras de la guerra». La escritora Marta Sanz añade otras razones fundamentales:

Una militancia comunista que durante mucho tiempo se ha considerado torticeramente incompatible con la posibilidad de tener un estilo o una “calidad” literaria, y el hecho de escribir ciertos textos muy arriesgados, genéricamente inclasificables, híbridos, como es el caso de la novela-reportaje Tea Rooms, cuajada, por otro lado, de fragmentos líricos.

 

 

Y Elena Medel considera que «en la mirada de Luisa Carnés» hay «una diferencia» que le interesa «mucho»: su clase social.

 

 

Su olvido ha sido incluso mayor que el que sufrieron las otras mujeres de la llamada Generación del 27: su discurso era doblemente transgresor, subvertía desde la clase y desde el género. Luisa Carnés ni siquiera tuvo el «privilegio» de ser una Sinsombrero. Ha sido triplemente olvidada: por comunista, por exiliada y por mujer. En palabras de David Becerra:

Al volver la mirada hacia atrás de forma crítica, hemos empezado también a reivindicar otra memoria cultural que difiera de la memoria cultural que hemos heredado del franquismo; hemos empezado a reivindicar una memoria cultural donde autoras como Luisa Carnés tengan cabida.

 

 

Luisa Carnés es, según Antonio Plaza, la mejor escritora de narrativa breve en el exilio. Sólo superada por Max Aub. En su obra siempre enfatiza el papel de la mujer, la defensa de la paz, la lucha por la integración social, la denuncia de la dictadura franquista y la falta de libertades del pueblo español bajo la misma.

 

 

Quiero terminar con la magnífica apelación de Marta Sanz, sobre todo ante el cariz de lo que pasa actualmente ante nosotros. No podemos permitirnos estar sordos:

Las cosas terribles suceden con la naturalidad con la que suceden las cosas terribles en las sociedades inhumanas: abortos practicados con la varilla de un paraguas roñoso, mujeres prostituidas, obreros muertos, despidos… Tea Rooms se cierra con un interrogante: “¿Cuándo será oída su voz?”. Carnés se refiere a la emanci­pación proletaria. Los lectores sospechamos que, habida cuenta de los últimos acontecimientos nacionales e internacionales, nunca hemos dejado de estar sordos.

 

Aquí podéis ver la conferencia de Marta Sanz sobre Luisa Carnés -una de las pequeñas mujeres rojas- y el estudio de dos de sus cuentos:

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