Los restaurantes de Gandia se reinventan: Es el tiempo de la comida para llevar

Las medidas extraordinarias contra la COVID-19 han provocado que muchos establecimientos de restauración de Gandia hayan adaptado y organizado sus servicios de restauración por medio del reparto a domicilio o recogida de pedido en el mismo establecimiento. Es una alternativa que, en algunos, puede suponer la diferencia entre sobrevivir un poco más o alargar un poco más una situación complicada en sus negocios.

 

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Para ellos, el Ayuntamiento de Gandia, con la colaboración de la Asociación Destí Safor y la Asociación de Hosteleros del Centro Histórico-Raval-Prado, ha habilitado un espacio en la web de Urbalab Gandia y del Ayuntamiento, que pretende darles visibilidad y hacerlos accesibles a la ciudadanía. Todos los establecimientos de restauración que disponen de estos servicios (solo tienen que tener cocina autorizada) y estén interesados en aparecer pueden darse de alta en esos enlances (pincha aquí).

 

 

Gente‘ vuelve a salir a la calle para dar voces a algunos de estos emprendedores que, golpeados por las duras consecuencias económicas de la pandemia, han adaptado sus negocios para seguir adelante.

 

 

Jose González, Propietario Bar La Plaza

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“Creo que los restaurantes, con las medidas que teníamos con aforos controlados al 30% y fuera el 50%, no éramos los focos de contagios (en su local asegura que no se ha producido ningún brote ni contagio). Pero también entiendo que, llegado este momento, las autoridades tenían que tomar medidas, pero no deberíamos ser nosotros los que tengamos que pagar semejante factura. Si controláramos que se cumple lo acordado no tendríamos que tener este cierre tan dramático para muchos”.

 

 

Este restaurante ya ofrecía desde hace tiempo la opción de la comida para llevar, pero ahora se han dado las circunstancias para potenciarlo. En el ‘Plaza’ se puede ir a buscar el pedido o bien lo llevan a casa, “No nos queda otra para intentar cubrir de alguna manera los gastos fijos”. En este caso, ofrecen menús cerrados entre 5.90 y 7.90€.

 

 

Raúl Fenollar, Propietario de El Telero

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“Las últimas medidas nos han sentado fatal porque mientras veo que en mi restaurante hemos reducido la tercera parte de ocupación, con la gente súper separada, con el local desinfectado, con aparatos de ozono… no dejas de ver imágenes de algunos jóvenes todos juntos, sin guardar medidas de seguridad, los trenes abarrotados… es bastante frustrante”. Ver estas imágenes «y que a nosotros no nos dejen trabajar, es cuanto menos  preocupante. Nos han prometido ayudas, que están aprobadas pero no llegan. Cuando las paguen el que tenga que morir ya habrá muerto completamente, son medicamentos que no nos llegan”, aseguraba contundente.

 

 

En su caso, continúa pagando todo al 100%, incluida la tasa de ocupación de vía pública para mesas y sillas, porque aún no están aplicadas las exenciones, pero considera que “eso es pecata minuta con todo lo que nos llega. En mi caso, esta vez me ha pillado con pescado fresco, carne o caldos preparados que no ya podré utilizar”. Yo no he pedido un ERTE, pero si lo hubiera cogido para mí y para mi mujer (cocinera del restaurante) me hubieran dado el 50% sobre lo cotizado. Pero es que si tienes un conviviente que también cobra, ya no te dan el 50%, te lo reducen al 40%, cuando a un trabajador normal se le paga un 70%. Así es imposible vivir, considero que las ayudas son patéticas”. Fenollar hacía el cálculo considerando que se pague una cuota mínima de cotización (380€), un 40% de esa cifra no le alcanza ni para pagar la luz que también este mes han cobrado con aumento. 

 

 

En su caso, es novato en el tema de ‘comidas para llevar’ pero “hemos comenzado este sábado muy tímidamente, pero tenemos la esperanza que poco a poco cuenten con nosotros para que por lo menos saquemos para gastos”. El Telero puede enviar la comida a casa a través de plataformas que se dedican a ello o el cliente lo puede recoger en el restaurante. “Queremos que las comidas lleguen en condiciones decentes. No hacemos menú, seguimos trabajando con la carta, pero con un descuento”.

 

 

Federico Millet, Restaurante Rosario Grau de Gandia

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“Nos estamos reinventando que es lo que está de moda”. En su restaurante se han tomado las nuevas medidas con mucha resignación: “No podemos hacer otra cosa, al principio te entra el berrinche y luego lo vas asumiendo y tiras para adelante sopesando varias posibilidades. Si me quedo en casa no hago nada, haré por lo menos comidas para llevar y perder lo menos posible porque si acabamos el año sin perder ya será una victoria”.

 

 

Continúa elaborando a diario toda su carta y ha buscado un packaging bonito para que la gente se lo lleve a casa, con todo listo para que la gente no utilice ni siquiera platos. “Nosotros ahora hacemos un descuento sobre los precios de la carta, ya que no damos el servicio de camareros, y hacemos un detalle con nuestros clientes entre un 10% al 20% de acuerdo al producto”.

 

 

Pep Solà, restaurante Fusta

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Pep Solà y su equipo también se han sumado al carro de la comida para llevar. Continuando con su proyecto de comida orgánica, de temporada y proximidad como restaurante de economía circular, se han hecho con un completo menaje reciclable para servir cada sus platos. «Nos hemos visto obligados a hacerlo porque volver a cerrar nos parecía una barbaridad estar tanto tiempo sin contacto con nuestros clientes. Empezamos pensando que sería poco trabajo pero el fin de semana hemos tenido muchísimos pedidos y, lo más importante es que nos hemos reencontrado con un montón de clientes que habían dejado de venir, lo que nos hace pensar que son muy responsables y estaban respetando las recomendaciones».

 

«Esperemos que no sea sólo la novedad y, al menos mientras dure el confinamiento esta solución nos dé algo de vidilla». El menú no ha variado, sigue ofreciendo entrante y primer plato a elegir y un postre por el precio de 10 euros.

 

 

Es su última adaptación tras los reiterados cambios de horarios que ha estado aplicando, que incluyeron la apertura en domingos, día que tradicionalmente el local estaba cerrado. Pero había que aprovechar cada minuto de cada día que las cambiantes restricciones limitaban su actividad. En su caso, además, se sumaba el hándicap de que no tiene servicio en terraza, lo que les obligó a permanecer cerrados durante todo el verano y retrasar su apertura hasta septiembre (desde que el 14 de marzo se decretara el primer estado de alarma).

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