También en el campo de la invención hay mujeres olvidadas. Y eso es así, en parte, porque hay muchas mujeres inventoras cuyo mérito se atribuyó, injustamente, a hombres.
Como Hedy Lamarr, precursora del Wifi. Sólo era conocida hasta hace poco como la mujer más hermosa de la historia del cine. O la matemática Ada Lovelace, la primera programadora informática en el siglo XIX, conocida solo por ser hija de lord Byron.
O las inventoras del periscopio submarino y el chaleco antibalas, del lavavajillas, de la calefacción del automóvil, del limpiaparabrisas, de la escalera de incendios, del bote salvavidas, de la jeringuilla, del refrigerador eléctrico, de las cámaras de TV en circuito cerrado… Todas ellas eran mujeres. Como la inventora de la cafetera Mellita, Amalie Auguste Melitta Bentz, que al menos lleva su nombre.
Recientemente se ha descubierto que la fregona, cuyo inventor pasaba por ser un hombre, la inventaron dos mujeres, madre e hija: las Julias, en 1953. A Julia Montoussé Frages y Julia Rodríguez-Maribona Montoussé siempre se les negó la hazaña de poner a las mujeres de pie en sentido literal, al evitar que fregaran el suelo de rodillas.
A mediados de los cincuenta del pasado siglo, cuando registraron su artilugio, eran las mujeres las que fregaban los suelos -tampoco es que hoy haya cambiado mucho eso-, y lo hacían de rodillas, una postura humillante de la que se derivaban problemas de salud (bursitis en las rodillas, problemas de espalda y de huesos, infecciones en las manos…).
El Gobierno de España de este momento (1951-1956) es conocido como el gobierno de los pactos con el Vaticano y Estados Unidos… Jefe de Estado: Francisco Franco. Ministro de Presidencia: Almirante Carrero Blanco. Educación: Joaquín Ruiz-Giménez. Trabajo: José Antonio Girón de Velasco. Este era el contexto de una España dictatorial en el que las dos Julias sacan a la luz su invento.
El modelo de estas dos inventoras estaba formado por un cubo, un palo y un trapo acoplable a toda clase de recipientes (baldes, cubos, calderos) para facilitar el fregado, el lavado y el secado de suelos. Y llegó a ser adquirido por Manufacturas Rodex, de Manuel Jalón, con la intención de mejorar un modelo de rodillos que la firma ya comercializaba. Hoy, la fregona está en el 97% de todos los hogares del mundo.
Una mano oscura borraba la información referida a estas mujeres hasta de la Wikipedia. Y todavía hoy, apenas aparece en otros lugares, si no es en foros que se dedican a desmentir esta clase de injusticias. La historia oficial nos cuenta que el mérito es exclusivo del ingeniero Miguel Jalón. Y él mismo lo cuenta así de modo romántico:
Un día, en 1956, estando en una cervecería, un compañero me dijo: Deberías dejar de pensar en fabricar elementos de mantenimiento para la aviación e inventar algo para que las mujeres -señalando a una que limpiaba de rodillas un rincón del bar- frieguen de pie. Esto está hecho, le contesté muy convencido y ya no pude quitarme la idea de la cabeza.
La realidad es que Jalón, aprovechando un viaje a EE. UU. para aprender las técnicas de mantenimiento de los primeros aviones a reacción, se percató de que allí se limpiaban los hangares -y lo hacían hombres- utilizando unas mopas con varias tiras de algodón que estaban unidas a un palo de madera y se introducían en unos cubos metálicos. Al volver a España, realizó las mejoras necesarias que le valieron la patente de la fregona.
Pero hay otra historia oculta, cuyas protagonistas son Julia madre y Julia hija -Julina-, que se desveló en 2011. Casi sesenta años después. En el bicentenario de la promulgación de la primera Ley de Patentes en España, la Oficina Española de Patentes y Marcas publicó el catálogo 200 años de patentes, en el que se incluye la sección “Patentes de Mujeres”.
En esta sección, aparece el invento registrado en 1953 por Julia Montousse Fargues y Julia Rodríguez-Maribona. Tres años antes de la conversación que citaba Jalón en la cervecería:
Una disposición de cubo, palo y trapo por la que obtuvieron el modelo de utilidad nº 34.262, de título dispositivo acoplable a toda clase de recipientes tal como baldes, cubos, calderos y similares, para facilitar el fregado, lavado y secado de pisos, suelos, pasillos, una disposición de cubo, palo y trapo por la que obtuvieron el modelo de utilidad nº 34.262, de título dispositivo acoplable a toda clase de recipientes tal como baldes, cubos, calderos y similares, para facilitar el fregado, lavado y secado de pisos, suelos, pasillos.
Aquel ingenio no se comercializó. Hubo que esperar a que Jalón volviera de EEUU para producir aquí el primer ‘lavasuelos’. Así lo llamó él. Y las Julias cayeron en el olvido, arrastradas por el vendaval misógino de la historia.
Es verdad que lo que ocurrió fue que, tal como se indica en el catálogo, las Julias registraron un modelo de utilidad o patente de innovación (más barata y menos años de protección) y Manuel Jalón una patente de invención (más cara y el doble de años de protección), que implica actividad inventiva, innovación a escala internacional y aplicación industrial.
Pero eso no exime a Jalón de haber reconocido que el modelo de las dos mujeres era anterior al suyo. Y mucho menos exime a la historia de haberlo ocultado, aunque solo sea por justicia. Porque es verdad que el ingeniero introdujo retoques hasta alcanzar la fregona tal y como hoy la conocemos: fabricada de plástico fino, de una sola pieza, encajada de forma sólida y fácil en el cubo, de boca ovalada y con un escurridor de embudo con rejilla. Ligera, práctica y barata.
Pero Julia Montoussé Frages y Julia Rodríguez-Maribona Montoussé fueron las inventoras de la idea original. Y eso se les ha arrebatado de manera injusta. ¿Quiénes eran estas dos mujeres, madre e hija, adelantadas a su tiempo?
Julia Montoussé Frages era una catalana que veraneaba con su familia en Salinas. Contrajo matrimonio con Abilio Rodríguez de Maribona y Muñiz, un conocido industrial avilesino hijo del banquero José Rodríguez Maribona. Y fruto de este matrimonio nació la que fue su única hija, Julia Rodríguez-Maribona Montoussé, Julina.
Abilio Rodríguez de Maribona y Muñiz, amante del automovilismo y que gestionó varios garajes en la época, y Julia Montoussé vivieron toda su vida en Avilés, primero en Villalegre (en la calle José Maribona) y después en la plaza de Domingo Álvarez Acebal.
Resulta realmente curioso descubrir cómo a la esposa de un industrial como Abilio Rodríguez-Maribona y a la “delicada” hija de éstos se les pudiese haber ocurrido inventar este artilugio y patentarlo, cuando en España no existía nada parecido. Aun así, conociendo a Julina, no resulta tan raro, pues fue una mujer ingeniosa, ocurrente, divertida y muy decidida. No se amilanaba por nada, tenía don de gentes, era muy lanzada.
Julina se casó con Avelino, del que fue “madrina de guerra”… La madrina de guerra era una figura especialmente popular en la zona nacional… La correspondencia permitía al soldado mantener conexión con la vida. Para la moral de los combatientes era tan importante el recibir y escribir cartas, que las autoridades favorecían la correspondencia con chicas jóvenes que les mantuvieran alta la moral. Las madrinas escribían largas cartas con palabras cariñosas y buen humor, en las que les manifestaban su admiración y les aseguraban que estaba muy cerca la victoria y el día en que podrían encontrarse. Muchos casos acabaron en noviazgo e incluso en boda.
Nos dice Julio García-Maribona Rodríguez-Maribona, pariente de las Julias inventoras. Pero ese matrimonio fracasa. Y poco después, Julina se separa de Avelino. Era una mujer muy rompedora, y Villalegre se le quedaba pequeña. Ella no respondía al modelo de “niña bien” de entonces. Julina estudió Enfermería y emigró a Suiza, un país muy diferente de la España dictatorial franquista, en el que encontró la modernidad que no hallaba en su país de origen. Allí conoció a su segunda pareja, Albert, y trabajó como enfermera.
Enfermó de leucemia y retomó entonces la relación familiar, pensando en trasladarse a España. Pero, al final, no llegó a volver a su país y falleció en Neuchâtel el 16 de marzo de 2005. Antes de morir dejó escrito su deseo de ser enterrada en Avilés, en el panteón familiar. Sus familiares trasladaron sus cenizas y las de Albert y las depositaron en La Carriona, el cementerio municipal de Avilés. Sus restos reposan en el panteón familiar de la familia Maribona.
Julio García-Maribona se enteró de que las inventoras de la fregona habían sido sus familiares cuando muere Julina, en 2005. Por afición, lleva tiempo recopilando la historia familiar.
Rosa Millán García, gran difusora de la historia de las dos mujeres inventoras, conoce la historia gracias a él y explica en un artículo las dificultades que encontró para que se hiciera pública:
Me había puesto en contacto con RNE, TVE, Agencia EFE, diferentes periódicos y TV que informaban de la muerte de Manuel Jalón como el inventor de la fregona en 1958, informándoles de lo que el Catálogo de Patentes publicaba, que fueron estas dos mujeres cinco años antes quienes lo presentaron y lo obtuvieron en 1953.
Únicamente Lola Huete en su blog de El País incluyó la información. Desde esa fecha voy “cuidando su presencia”, informando en los blogs, publicaciones, etc. En la entrada de la Fregona en Wikipedia, estuvo meses hasta noviembre que desapareció, tres días “peleando” para que no “lo borrara”. Aún hoy no hay ninguna referencia a las dos mujeres en ella.
La intención de silenciar y ocultar la autoría – otra cosas es la mejora, la comercialización- etc. me lleva una vez más a la necesidad de “abrir sitio”, mostrando lo que aportamos las mujeres y los hombres. Ocultarlo es sostener la fantasía misógina de querer ocuparlo todo ellos.
Como tantas otras veces, un hombre se lleva la fama y la patente cuando, en realidad, dos mujeres fueron las verdaderas inventoras del artefacto original. Un artilugio que ellas idearon para levantar del suelo a tantas y tantas mujeres obligadas a fregar de rodillas de manera dolorosa, incómoda y humillante.
Las patentes son la fórmula legal necesaria para tener la propiedad industrial del avance. Muchas mujeres no podían patentar sus invenciones por ley y estos títulos estaban a nombre de sus maridos, padres o hermanos.
En España, en 1826 y gracias a la influencia de la Revolución francesa, se publicó el primer decreto sobre patentes de invención, pero si miramos los datos, la presencia de mujeres españolas como inventoras era muy escasa. De las 10.087 patentes que se registraron en España desde 1882 hasta 1935 solo 211 estaban a nombre de mujeres, es decir, un 2% del total.
Está claro que muchos inventos femeninos han quedado ocultos por una sociedad patriarcal que ha impedido a las mujeres no solo desarrollar sus capacidades sino también tener la propiedad intelectual de sus descubrimientos. Particularmente en el terreno de la invención. No conocer esta faceta inventora de las mujeres perpetúa el estereotipo de que la ciencia y la técnica no son terreno femenino. En pleno siglo XXI, falta mucho camino aún para que las niñas sepan y asimilen que son igual de capaces que los niños en el terreno científico y técnico.
Dar a conocer, desde la escuela, modelos que les sirvan de referente es más que necesario. Porque hay muchas mujeres inventoras, lo que pasa es que no las conocemos.