En los años 20 y 30 del siglo XX, las mujeres españolas mostraron una predilección especial por los estudios e investigaciones de Química y Farmacia. Estas pioneras trabajaron codo con codo con los varones en los laboratorios que se fueron creando, publicando un número importante de trabajos, solas, o firmados con el director de la sección. En ellos, aportaban al desarrollo de las líneas de investigación en marcha la experiencia adquirida en sus estancias en el extranjero. Sus nombres y sus trabajos merecen ser conocidos y reconocidos. Es de justicia, porque han estado demasiados años olvidadas. Estas mujeres representaron un papel relevante en las diferentes secciones del Rockefeller. Y una de ellas fue Petra Barnés González.
En septiembre de 1931 se terminó el edificio donado por la Institución Rockefeller, el Instituto Nacional de Física y Química (INFQ). Allí se trasladaron los equipos antes ubicados en el Laboratorio de Investigaciones Físicas y en el Laboratorio de Química Orgánica y Biológica de la Facultad de Farmacia. En el Rockefeller trabajaron hasta la Guerra Civil española algunos de los físicos y químicos más importantes de la historia científica de España, como Blas Cabrera, Miguel Catalán y Enrique Moles, formando parte de lo que fue la primera escuela española de física y química–física; emblema de la JAE y de la revitalización de la ciencia española durante la llamada Edad de Plata.
El INFQ se organizó en 6 secciones: Electricidad y Magnetismo, Rayos Roentgen, Espectroscopía, Química-Física, Electroquímica y Química Orgánica, además de un taller que, bajo la dirección de J. Mª Torroja, tenía como misión colaborar con las secciones en la construcción y reparación de aparatos. Funcionó de forma más o menos regular –teniendo en cuenta que el estallido de la guerra desbarató la línea de continuidad– desde 1931 hasta 1937.
Entre su personal científico, contó con 36 mujeres de un total de 158 personas, lo que supone una proporción media cercana al 23%, un porcentaje importante teniendo en cuenta su escasa presencia apenas unos años atrás. Las secciones de Química-Física y Espectroscopia fueron las que más mujeres incluyeron. Pero, aunque esta incorporación es un avance digno de consideración, hay que subrayar que el estatus de estas jóvenes se circunscribía solo a las categorías de becarias y colaboradoras.
La sección de Química Orgánica estaba dirigida por Antonio Madinaveitia, catedrático de Química Orgánica en la Facultad de Farmacia, que se había formado en el Instituto Politécnico de Zurich con Ricardo Willstäetter judío alemán, premio Nobel en 1913 y víctima del antisemitismo nazi. También había trabajado con Fourneau, director del Instituto Pasteur, con quien se iniciaría en la síntesis de medicamentos.
En esta sección trabajarán Petra Barnés González y Carmen Gómez Escolar, que compaginaba sus investigaciones en el INFQ con su trabajo como directora del Laboratorio Foster de Química de la Residencia de Señoritas. Petra Barnés trabajó con Madinaveitia simultáneamente en la Universidad Central y en el Rockefeller.
La tercera de las hermanas Barnés, Petra, había nacido en Madrid. Estudió Farmacia y se licenció en 1931 con Premio extraordinario. Al acabar la carrera el padre no dejó que ella y su hermana Ángela hiciesen los cursillos que las capacitaban para ejercer la enseñanza en secundaria. Francisco Barnés temía que sus hijas pequeñas, tan listas como las mayores, sacasen, como habían hecho sus hermanas, los primeros puestos. Siendo él ministro, la posibilidad le incomodaba.
En 1932, Petra Barnés se casó con Francisco Giral, hijo del entonces Ministro de la Guerra y compañero suyo en el Instituto-Escuela. Ese mismo año Paco Giral sacó una plaza de profesor de Química Orgánica aplicada a la Farmacia en la Universidad de Santiago de Compostela—ganaría la cátedra por oposición en 1936—, y la pareja se trasladó a Galicia.
La Guerra Civil los sorprendió en Madrid. A Francisco se le había encomendado la dirección de la Fábrica Nacional de Productos Químicos – La Marañosa- en San Martín de la Vega. Por esta razón, se encontraban en Madrid en el momento del golpe de estado franquista. En 1937, la fábrica se traslada a Cocentaina (Alicante), y allí se dirige la pareja. En esta ciudad nació su primera hija, Ángela Giral Barnés. Tuvieron tres más: José, Adela y Carmen. Acabada la Guerra, salieron de España por el puerto de Alicante, y se reunieron con la familia Giral en París. Estuvieron a punto de ir a Chile, pero finalmente fueron a México D.F.
Salieron a bordo del Flandre, un barco de vapor francés que formó parte de una serie de barcos que realizaron expediciones marítimas entre Europa y América para llevar exiliados españoles de la Guerra Civil, entre los años 1939 y 1942. Las expediciones del Flandre fueron organizadas por el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles) y fueron tres en total, llegando a México en abril, junio y noviembre de 1939. En la expedición de junio llegó a México José Giral acompañado de su mujer, sus cuatro hijos (Antonio, María Luisa, Concepción y Francisco), dos nietos, su nuera Petra Barnés y un sobrino.
Petra Barnés y su marido entraron a trabajar juntos en el mismo laboratorio del Centro Politécnico Nacional. Allí descubrieron la fórmula de la giralgenina (los Giral tienen un pin con la molécula). Petra y Francisco Giral formaron una importante pareja de científicos, trabajando codo con codo en el laboratorio y haciendo importantes hallazgos. Pero la molécula conocida como giralgenina fue bautizada con ese nombre en honor al apellido de Francisco. Al igual que en otras tantísimas ocasiones, en las que una pareja ha trabajado al cincuenta por ciento en un proyecto, él fue quien se llevó la inmensa mayoría de menciones y reconocimientos.
El doctor Giral también descubrió otra molécula de origen fitoquímico que se denominó Cardenagenina, esto en honor del general Lázaro Cárdenas del Río, quien fue presidente de México y facilitó el exilio en su país de un gran contingente de españoles que salieron de su tierra natal en razón de la guerra civil.
Petra Barnés trabajó en diversos laboratorios hasta su jubilación y murió en 1992. Como se afirma en el libro Ni tontas ni locas. las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX:
El epílogo de esta historia es dramático. La sublevación militar de Franco, la guerra civil y la posterior represión, cerraron el camino hacia la modernidad emprendido por España. A las muchas mujeres que, al igual que los varones, sufrieron exilio, encarcelamientos o depuraciones, se les arrebató la ciudadanía de pleno derecho y la posibilidad de ejercer en su propio país las profesiones para las que, con tanto esfuerzo, se habían formado.
Ello supuso un terrible empobrecimiento para España y, a la vez, un enriquecimiento intelectual del ámbito universitario del México que los acogió.
Toda la labor del exilio republicano, en estos años plenos de trabajo de investigación, aparece relatada en el libro Frutos del exilio, obra de la hija de Petra Barnés, Adela Giral Barnés, publicada por la Universidad Autónoma Metropolitana en 2010. Ángela se especializó en biblioteconomía, particularmente de arquitectura, siendo bibliotecaria de arquitectura de las universidades de: Princeton, Harvard y Columbia, en los Estados Unidos de América.
Sus hermanos, José, Adela y Carmen Giral Barnés, heredaron de sus padres la vocación por la química farmacéutica y la han desempeñado también en el ámbito académico mexicano.