Las hermanas Barnés: fruto de la educación de la mujer. (II) Adela Barnés González

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Aunque en el camino hacia la igualdad las mujeres tengamos aún mucho por conseguir, nada de lo que tenemos habría sido posible sin la determinación con la que nuestras predecesoras ocuparon su lugar en la sociedad. Por ello tenemos el deber de recuperar su memoria y el vínculo que nos une con ellas.

 

Adela Barnés escuchaba atenta estas palabras, a sus 101 años, en abril de 2009. Se presentaba un libro en la facultad de Químicas de la Complutense. Se trataba de una obra editada por la FECYT (Fundación Española de Ciencia y Tecnología) y coordinada por la profesora de la UCM Capi Corrales, junto a Paloma Alcalá y Julia López. Curiosamente, todas mujeres.

 

El libro se titulaba Ni tontas ni locas. Las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX. Y el acto de presentación se dedicó a las hermanas Barnés.

 

Y allí estaba Adela Barnés -quien, a sus años, derrochaba una envidiable vitalidad- y también estaban buena parte de los descendientes de sus hermanas. Otra de ellas, Ángela, aún vive también. Aunque un inoportuno resfriado le impidió entonces acudir al homenaje. “No se les ocurrió otra cosa que irse el otro día juntas de excursión”, señaló Pilar, hija de Dorotea, en alusión a sus dos tías.

 

Adela Barnés González nació el 9 de abril de 1908 en Ávila, donde su padre ejercía de profesor. En 1918 la familia se traslada a Madrid, al serle ofrecido al padre el puesto de profesor de Historia en el Instituto-Escuela. Pero volvían a Ávila en verano.

 

Los recuerdos de esta época los encontramos recogidos por Carmen de Zulueta en Caminos de España y América, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes 200, pág. 42:

El lugar elegido fue Ávila, una ciudad bonita pero que no invita para nada al veraneo. Allí los paseos con mi padre se convirtieron en rutas organizadas en grupo con toda la familia y con los Barnés, que también veraneaban allí. Lentamente, los niños delante, después los adultos jóvenes (recuerdo a Adela Barnés y su novio), detrás los padres (Doña Dorotea y Don Francisco), mis padres, mi abuela y tal vez alguien más que se había sumado.

 

Adela fue una de las primeras alumnas en matricularse en las enseñanzas primarias y en las secundarias del Instituto-Escuela donde obtuvo el título de bachiller el día 14 de julio de 1926. Posteriormente -influida, sin duda, por la brillante trayectoria científica de su hermana mayor, Dorotea, se matriculó en la Universidad Complutense de Madrid para realizar también la carrera de Ciencias Químicas. Allí se licenció el día 7 de mayo de 1932, después de haber realizado una asombrosa carrera que fue recompensada, el día 29 de septiembre de aquel mismo año, con la entrega del Premio Extraordinario de Licenciatura.

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Con este impresionante currículo académico a sus espaldas, Adela Barnés González emprendió una fecunda trayectoria profesional que la condujo hasta la sección de Química del Instituto Nacional de Física y Química, institución a la que permaneció ligada, en calidad de investigadora, entre 1931 y 1936.

 

Allí coincidió, en parte, con la andadura laboral de su hermana, que se incorporó a dicho centro a su regreso de su brillante periplo formativo por los Estados Unidos de América. Además, Adela compartió con Dorotea la vocación docente. Del mismo modo que su hermana mayor, Adela Barnés ejerció la docencia como catedrática de Física y Química en el Instituto Lope de Vega de Madrid e impartió clases a partir de 1933 en el mismo Instituto- Escuela en el que había estudiado bachillerato. En el Instituto-Escuela fue profesora, bajo la figura de aspirante primero. Y después, como encargada de curso.

 

En 1929, Adela fue aceptada como socia en la Real Sociedad Española de Física y Química. Adela Barnés fue una de las 36 pioneras en ciencias que fueron seleccionadas para trabajar en el Instituto Nacional Física y Química. Concretamente, trabajó en la sección dirigida por Enrique Moles, con quien preparaba la tesis doctoral que no pudo terminar a causa del estallido de la Guerra Civil. Durante este periodo fue nombrada profesora ayudante en la cátedra de Química Inorgánica que ostentaba el propio Moles en la Facultad de Ciencias, sección de Químicas, de la Universidad de Madrid.

 

Tanto confiaban en su solvencia que, en la segunda visita de Marie Curie a Madrid, Adela Barnés fue elegida para ser su cicerone. La visita tuvo lugar en abril de 1931, cuando Curie vino a Madrid, invitada por el Gobierno de la Segunda República,  para impartir una conferencia sobre radiactividad en la Residencia de Estudiantes. Después volvería, en 1933, para presidir una reunión internacional en la Residencia de Estudiantes sobre el porvenir de la cultura.

 

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Al estallar la Guerra Civil, Adela se encontraba en París asistiendo a un congreso. No pudo volver a Madrid ni acabar la tesis.

 

El franquismo inició un expediente de depuración contra ella, y Adela Barnés y su marido tuvieron que exiliarse. Y lo hicieron en México. El mismo destino que eligieron los padres de Adela y su hermano Urbano. Juan, el menor de los Barnés, había fallecido en combate en 1937. Francisco había estado cautivo hasta 1938 y después del exilio en Francia, se trasladó, en 1938, también a México.

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En 1941, se conoce la resolución del expediente abierto en el marco de la depuración franquista del magisterio español, entre los años 36 y 38. Adela y su hermana Dorotea fueron sancionadas con la pena de inhabilitación para la enseñanza. La sanción solo era aplicable en España por lo que Adela pudo seguir trabajando en el exilio hasta su jubilación. No ocurrió así con su hermana Dorotea, que, como vimos, siempre estuvo privada de ejercer su profesión en España.

 

En México, Adela Barnés fue acogida por José Giral —que había sido Rector de Universidad de Madrid y, después, ministro durante los gobiernos de Azaña, Largo Caballero y Negrín—, que la reclamó como ayudante de Química Inorgánica y Análisis Químico en la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Trabajó en ese centro hasta la jubilación.

Logró un éxito notable, transmitiendo, en forma de brillante enseñanza, todo el conocimiento de su maestro Moles…Durante más de 20 años ejerció el magisterio…..sin tener la oportunidad para haber continuado una labor de investigación que tanto prometía al iniciarse en Madrid.

 

Adela Barnés fue una de las 17 científicas españolas que, junto con los 308 hombres de ciencia, llegaron a México en 1939. De las 17 mujeres, 5 se dedicaron a la enseñanza. Nunca se agradecerá lo suficiente a México y a su presidente, Lázaro Cárdenas, su generosa acogida de los refugiados españoles que huían del franquismo. Cárdenas recibió en el puerto de Veracruz a la primera oleada de exiliados que llegaron a bordo del Sinaia, primer buque del exilio, y les dio la bienvenida a México, diciendo:

Los altos valores que representáis en las ciencias y en las letras contribuirán al brillo de la cultura nacional y recogeremos, a la vez, el ejemplo de superación de la intelectualidad española que puso su patrimonio espiritual al servicio de la república.

 

Como afirma Silvia García Bernal:

El deseo de superación y la responsabilidad profesional de estas mujeres que se entregaron a la vida académica en nuestro país corresponde a la preparación de alto nivel de su tierra natal. El talento que pusieron al servicio de los mexicanos contribuyó a la ciencia y a la educación y su aportación, sin duda alguna, transformó el rostro cultural de México.

 

Adela Barnés también formó parte de la delegación en México de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero.

 

Hoy, Adela Barnés tiene 112 años y sigue viviendo en Ciudad de México.

 

En palabras de las coordinadoras del libro citado arriba sobre las intelectuales españolas:

Cuando comenzamos las investigaciones sobre las intelectuales españolas del primer tercio del siglo XX se nos presentaban, salpicando como gotas aisladas, el océano de celebridades masculinas de este periodo. En el transcurso del tiempo, y de la mano de sus biografías, esta idea inicial fue cambiando. Aprendimos que no estábamos ante unas cuantas personalidades excepcionales, sino ante una red extensa de mujeres que actuaron como grupo de presión capaz de cambiar las circunstancias que hasta ese momento habían sido el destino de su sexo.

Se trata de  un colectivo de mujeres de clase media ilustrada que, por primera vez en España, impulsaron ideas, costumbres y cambios sociales que nos acercaron a la modernidad.
Todas ellas —que por edad pertenecen a las generaciones de 1898, 1914 y 1927— tienen en común el haber sido invisibilizadas y excluidas de los grupos de intelectuales que les correspondían.

Aunque en el camino hacia la igualdad las mujeres tengamos aún mucho por conseguir, nada de lo que tenemos habría sido posible sin la determinación con la que nuestras predecesoras ocuparon su lugar en la sociedad. Por ello tenemos el deber de recuperar su memoria y el vínculo que nos une con ellas.

 

Adela Barnés, centenaria y lúcida, escuchaba estas palabras en 2009 quizá pensando que se empezaba a hacer justicia con las mujeres que, como ella, vieron su vida y su carrera rotas por la intolerancia del franquismo. Quizá también pensó que su sacrificio y su trabajo no habían sido en vano. Porque las mujeres del siglo XXI empezaban a recuperar su historia olvidada. Y, al hacerlo, encontraban los tan necesarios referentes y les agradecían su ejemplo.

 

Como dice Monserrat Roig en el prólogo a Mujeres para la Historia, de Antonina Rodrigo:

Es urgente recuperar la palabra de las mujeres que nos han precedido en eso tan abstracto y concreto a la vez que se llama existencia. Los hombres no lo harían por nosotras.

 

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