Si ya es difícil encontrar mujeres en la historia del arte, la literatura y el pensamiento, es casi milagroso encontrarlas en el campo de la ciencia. Son los propios científicos quienes se dejan llevar por los arquetipos de género y modelan una visión tremendamente androcéntrica de la historia de la ciencia.
Numerosas teorías psicológicas y biológicas hasta alertaban de los peligros que acarreaba para la función reproductora femenina la dedicación a la ciencia. Pero recientes estudios, curiosamente todos realizados por mujeres, nos han descubierto que ya en el siglo XX hubo mujeres que aportaron valiosas contribuciones en Física, Química o Matemáticas. Aunque menos de las deseadas.
A ello contribuyó la Real Orden del 8 de marzo de 1910 que permitió a las mujeres el acceso a la universidad sin restricciones. Ya no tuvieron que luchar por su derecho a la educación con luchas personales una a una, como hemos visto en artículos anteriores.
En 1932, ya había más de 2.000 mujeres universitarias. De ellas, casi el 11% se matriculaba en Ciencias. Hasta las sociedades científicas estaban abiertas a admitirlas -excepto en Medicina, donde fueron rechazadas en la especialidad de Ginecología- y no eran reticentes a ello, como ocurría en otros países. Pero no era una apuesta decidida por la igualdad, por desgracia. La causa la apuntó, agudamente, María de Maeztu en 1920. Eran tan pocas y con tan pocas posibilidades, que ni se consideraban:
Las mujeres todavía no han entrado en competición con los hombres en número suficiente para ser tenidas en consideración seriamente. No sabemos lo que pasará cuando el número sea mayor y aumente la rivalidad.
Una de las mujeres que formó parte de la Sociedad Española de Física y Química, cuya socia de honor era Marie Curie, fue Dorotea Barnés, introductora de la espectroscopia Raman en España.
Familia Giral y familia Barnés.Están Adela, Petra y Ángela.
Las hermanas Dorotea (1904), Adela (1908), Petra (1910) y Ángela (1912) Barnés González expresan mejor que cualquier tratado el esplendor científico que se vivió en España en las primeras décadas del siglo XX y el dramático final de aquella etapa, considerada la Edad de Plata de la cultura española. Nacieron en una familia con inquietudes científicas y republicanas, la pareja formada por Dorotea González y Francisco Barnés.
Dorotea y sus hermanas son un claro ejemplo de la educación femenina liberal y progresista. Su familia pertenecía al ámbito de la Institución Libre de Enseñanza, partidaria de la educación de la mujer. Sus abuelos, paterno y materno, fueron catedráticos de la Institución y su padre, catedrático del Instituto Escuela. Francisco Barnés, además de profesor fue Ministro de Instrucción Pública del gobierno de Azaña y de Casares Quiroga.
Él fue quien animó siempre a sus hijas a tener estudios universitarios. Ellas recuerdan que repetía frecuentemente:
Mis hijas que estudien. Mis hijos, que se casen.
Lo repitió hasta la saciedad, cada vez que surgía hablar sobre la educación que daba a sus siete vástagos -cuatro hijas y tres hijos-. Era un acérrimo defensor de la igualdad de género y educó a sus descendientes sin distinción de sexo entre ninguno de ellos, dándoles exactamente las mismas oportunidades.
La familia Barnés-González se convirtió, durante las primeras décadas del siglo XX, en una de las sagas más importantes y un modelo digno de imitar.
Adela y Ángela nacieron en Ávila, donde Francisco Barnés ejercía de profesor. Dorotea había nacido en Pamplona y estudió el Bachillerato en el mismo instituto abulense en que daba clases su padre. Ella y sus hermanos, tras asistir al colegio, recibían clases particulares de la hija del lechero que llegó a ser una magnífica profesora. Sus padres contrataron a esta joven maestra para que impartiera clases a sus hijos tras salir de la escuela. Clases en las que las niñas sobre todo aprenderían una serie de asignaturas que en el colegio, por cuestión de género, no les habían querido enseñar.
Dorotea y Adela se licenciaron en Química y Petra, en Farmacia. A la hermana pequeña, Ángela, le gustaba la Historia del Arte, y entró a los 16 años en la Escuela de Estudios Árabes. Por consejo de Ortega y Gasset, Ángela se especializó en lingüística árabe.
Dorotea Barnés fue la más brillante de las cuatro. A ella dedicaremos esta primera entrada a la que seguirán las dedicadas a sus hermanas.
Dorotea estudió en Madrid y tuvo la suerte de poder formarse en la Residencia de Señoritas —dirigida entonces por la educadora María de Maeztu—, donde realizó sus prácticas en el Laboratorio Foster. Mary Louise Foster, una popular química estadounidense, se había tomado un año sabático en 1920 para dirigir el laboratorio de la Residencia, el primero en España dedicado a la formación práctica de mujeres en ciencias químicas. Foster enseguida se percató de que su aventajada alumna debía continuar su formación para convertirse en algo grande. Por aquel entonces ninguna de las dos mujeres podía saber que la trayectoria profesional de la española sería tan breve. Con Mary Louise Foster, Dorotea Barnés publicó varios trabajos científicos.
En 1928 fue admitida, como apuntamos arriba, en la Sociedad de Física y Química y recibió una beca de la Junta de Estudios para el Smith College de Massachusetts. Aprendió las técnicas del análisis espectral bajo la dirección de Gladys Anslow, y se especializó en el uso de la Espectroscopia para el análisis químico. En 1930 obtuvo el Master Degree of Science por el Smith Colege. En poco tiempo, la convirtió en una de las científicas más avanzadas en la aplicación de esa técnica en el ámbito de la Química.
Desde allí, le escribía a María de Maeztu:
Estoy encantada en esta ciudad universitaria femenina que con gusto trasplantaría a mi país. Esto es mucho más fácil que la dura competencia que nos vemos obligadas nosotras a mantener. Muchas veces me acuerdo, cuando decía usted en la última conferencia que le oí pronunciar en Miguel Ángel 8, que necesitábamos crearnos una cultura para nosotras; ni mejor ni peor, distinta, femenina.
Me parece que esto se aproxima bastante a ese ideal, ¿no cree usted?
A pesar de que su inglés no era del todo fluido, se esforzaba por mejorarlo diariamente acudiendo a clases de fonética y composición. Durante su estancia en el Smith College, su mentor Manuel Bartolomé Cossío le daba a Dorotea Barnés este consejo que nunca olvidó, mientras fue libre:
No te aísles, no te encierres en ti misma, sal, pasea, intenta hablar con tus compañeras, que Ulises fue sabio porque viajó.
Del Smith College, saltó a la Universidad de Yale, donde recibió una beca contra las habituales reticencias de Yale a admitir mujeres.
El dinero de la primera ayuda se había acabado y Dorotea debía volver a España. Mary Foster se negaba a que esto ocurriera e intercedió por la española para que consiguiera una segunda beca y así continuar su estancia en los Estados Unidos. Los informes favorables de Foster sobre la prometedora carrera de Dorotea consiguieron lo imposible: una ayuda Marion Le Roy Bourton para entrar en la prestigiosa Universidad de Yale.
Los informes positivos de la profesora Foster fueron determinantes:
Miss Barnés ha mostrado independencia, iniciativa y habilidad; está completamente formada en teoría química y tiene una técnica excelente.
La propia Dorotea mostraba su sorpresa y su alegría por el logro en una carta a Gonzalo de la Espada, el 15 de abril de 1930:
Esta es una distinción que aquí está muy bien considerada. Yale University es una de las universidades mejor conceptuadas y en la que las mujeres (en este país “tan feminista”) tenemos una difícil entrada.
La beca únicamente cubría los gastos de matrícula y laboratorio, así que tendría que solicitar una prórroga de la pensión a la Junta para la Ampliación de Estudios española para conseguir unas 1800 pesetas adicionales.
Dorotea nunca se había sentido tan feliz. Le apasionaba su trabajo y disfrutaba de un ambiente realmente agradable. Así lo contaba a Gonzalo de la Espada, el 24 de noviembre de 1930:
Estoy muy contenta. Se trabaja muy intensamente y en condiciones inmejorables que hacen el trabajo mucho más atractivo, ya interesante de por sí. A pesar de tener fama de no admitir a las mujeres, yo hasta la fecha he encontrado a todos los profesores dispuestos a facilitarme el camino.
De vuelta en España, acabó la carrera con Premio Extraordinario de Licenciatura y se especializó en Espectroscopia. Su director de investigación, Miguel Catalán, la animó a viajar a Austria para conocer la tarea del Nobel Raman que influiría mucho en sus investigaciones. La espectroscopia Raman se sigue utilizando hoy en día para identificar las moléculas de sustancias químicas. Barnés la introduciría en la ciencia española y realizó importantes contribuciones en los años siguientes estudiando su aplicación en alcoholes.
Al año siguiente, ya en España, se doctoró en Química y consiguió plaza de catedrática en Madrid, en 1933. Su reconocimiento definitivo como la mayor especialista española en espectroscopia le llegó en el IX Congreso Internacional de Química Pura y Aplicada celebrado en Madrid en ese año. Sus investigaciones se publicaron en revistas nacionales e internacionales de primera línea. También ese año se casó con Vicente Delgado de la Iglesia, con quien tuvo una hija, Pilar.
Durante los primeros años de la década de 1930 siguió estudiando y acudiendo a congresos científicos en los que ampliar sus conocimientos. Fue precisamente asistiendo a uno, en París en julio de 1936, donde le pilló el inicio de la Guerra Civil. Dorotea fue convencida inicialmente por su familia para que permaneciera en el extranjero, instalándose a vivir en Carcasona con su marido e hija, que había nacido un año antes.
Todo se rompió en su vida y en su carrera científica. El golpe de estado de Franco y el estallido de la Guerra Civil convirtieron a todos los miembros del clan Barnés-González en refugiados políticos. Sus familiares tomaron diferentes destinos y Dorotea Barnés permaneció en Cascasona con su familia. Allí siguió ejerciendo como profesora.
Regresó a España en 1940, animada por su marido. Probablemente fue la peor decisión de su vida. Junto a su hermana Ángela fue la única del clan que decidió retornar. Estaba convencida de que una vez acabada la guerra no habría represalias políticas.
Por desgracia ocurrió lo que sabiamente su padre exiliado le advirtió: el apellido Barnés pesaba demasiado en la política republicana y de izquierdas en España, y le harían pagar a ella el castigo que el régimen franquista querría imponerle a él y a su hermano Domingo, quien también fue un notable político y ocupó la misma cartera ministerial.
La vuelta al hogar llevaba implícito un alto precio que Dorotea se vio obligada a pagar durante el resto de su vida. La dictadura franquista abrió expedientes a muchos maestros republicanos de la época y Dorotea no se libró de esa purga. El proceso de depuración del magisterio español por el bando sublevado le impuso una inhabilitación, y jamás volvió a las aulas ni a los laboratorios. A partir de ahí el prometedor futuro de quien estaba llamada a ser una de las científicas españolas más relevantes del siglo XX se acabó.
Dorotea fue depurada y apartada de su cátedra. Ella diría con posterioridad, que, además de la guerra, lo que la retiró de la vida académica fue la intransigencia de su marido. El matrimonio ya la había alejado previamente de la investigación, tal y como ella mismo declaró el 31 de mayo de 1996: «A mí me retiró de la ciencia mi marido».
Choca, salvo que lo entendamos dentro del contexto de su matrimonio, que Dorotea se “conformara” con esta situación y se “sometiera” a la misma. Algunos críticos consideran que Dorotea Barnés es uno de los casos más flagrantes de genio frustrado por el “poder marital” sobre la mujer, poder al que estaba, por ley, obligada a obedecer, y por la circunstancia de un marco bélico.
Dorotea Barnés, una de las químicas españolas más influyentes de la Edad de Plata, no logró pasar a los anales de la historia y su llama finalmente terminó por extinguirse por culpa de un conflicto bélico, un régimen dictatorial y un marido totalitario.
Permaneció en el país y nunca más volvió a la investigación. Solo pudo ocupar cargos honoríficos en diversas asociaciones, una vez muerto el dictador, en la época democrática. Cargos como Presidenta del Comité español de Espectroscopia o responsable del Laboratorio de Espectroscopia Molecular (1979-1990).
Murió en Fuengirola, en agosto de 2003.
La historia de Dorotea Barnés es la historia de otra vida de mujer, truncada por la beligerancia y el despotismo de los hombres. Intentaron destruir su carrera, pero sus descubrimientos aún brillan con luz propia y continuarán haciéndolo mientras recordemos su existencia.