Se cumple una semana desde que Gandia, y todo el departamento de Salud número 12, pasó a la Fase 1 de la desescalada. Entre los varios cambios que introducía, los más esperados eran la reapertura de locales comerciales y de hostelería, aunque manteniendo algunas restricciones, y muy especialmente se debía garantizar la higiene y la distancia de seguridad de 2 metros.
Siete días después, fin de semana incluido, los balances son muy diferentes de un local a otro. Mientras a uno les ha ido “muy bien”, dentro de las circunstancias especiales, a otros justo lo contrario. Hay quien ni siquiera se ha decidido a arrancar todavía su negocio. La semana comenzó como se esperaba. Las calles del centro se llenaron el primer día de salida y hubo pleno en las terrazas de toda la ciudad.
Aunque en general las normas se respetaron, no en pocas ocasiones se vieron incumplimientos de las mismas: grupos de más de diez personas, terrazas más grandes de lo permitido, pero sobre todo, espacios donde ni dos, ni 1… no había separación alguna entre personas, sentados, de pie o caminando. Además, muchas de esas personas todavía se resisten a usar las mascarillas en espacios públicos en los que no se puede mantener la distancia social. Esto último, cambiará en breve ya que el Gobierno de España regulará en los próximos días el uso obligatorio de mascarillas en lugares públicos para prevenir la transmisión del coronavirus SARS-CoV2 y la enfermedad que provoca, la Covid-19.
De la euforia de los primeros días, se ha ido pasando a cierta normalidad y mayor cautela por parte de consumidores y clientes. “Hemos visto muchas locuras en las terrazas de muchos sitios. Sobre todo los primeros días. Pero ahora la cosa parece más tranquila. En nuestro caso es fácil, podemos mantener la separación de las mesas y la gente se ha portado muy bien. Económicamente, también bien. Dentro de las limitaciones y la reducción del aforo, hemos estado llenos desde el primer día”, explica Pere Montalbán, del Mercat del Prado, y miembro de l’Associació de Comeciants del Centre Històric, Raval i Prado.
No tanta suerte han tenido otros establecimientos con menos margen para ocupar la vía pública. De hecho, el sector hostelero todavía está a la espera de saber si será viable y cómo se aplicará la medida anunciada por el Ayuntamiento, que permite ampliar esa ocupación de suelo público. Porque, y en esto coinciden muchos, “es una medida muy de agradecer. Valoramos mucho el esfuerzo del Ayuntamiento pero no sabemos si se va a poder aplicar”. Desde hace días, los técnicos del Consistorio revisan cada local y sus condiciones para determinar en qué medida será posible ampliar esas terrazas sin entorpecer el paso de peatones y compensar, en parte, la reducción de los aforos.
Precisamente esta misma mañana (lunes), el Ayuntamiento de Gandia ha anunciado que, tras revisar casi 300 terrazas, ha conseguido ampliar la ocupación de vía pública del 50 al 75% en muchos casos.
Juan Martínez, del Restaurante La Parrilla de la playa de Gandia, no tendrá problema porque su terraza se ubica en una zona peatonal amplia. En su caso, abrirán el toldo el próximo fin de semana. “Hemos estado limpiando a fondo, arreglando, pintando y poniéndolo todo a punto”. Sus clientes más fieles ya han llamado. Así que Juan se muestra optimista: “Es que tenemos que serlo. Vale la pena abrir, sea como sea, aunque que sea para mantener lo mínimo, porque hay que echar para adelante y empezar a arrancar esto. La gente tiene ganas y hay que estar ahí. Confío en que vamos a tener un verano medio decente”.
Mucho menos optimistas se muestran en el comercio local, en los que la repaertura tras dos meses de cierre por la pandemia del coronavirus les ha pillado con el cambio de temporada y un enorme stock sin estrenar. Es el caso de Mila, de IX Sabates. Su pequeño negocio en el centro de Gandia se dedica en un 70% al producto destinado a eventos y ceremonias, es decir, zapatos de vestir. Y precisamente los eventos están cancelados y sin vistas de reorganizarse en el corto plazo. “Está todo muy parado. Vendemos algo, pero nada comparado con el mismo periodo en otros años, cuando podríamos ser hasta cuatro vendedores, y ahora somos dos, y sobra una persona. La gente tiene ganas, pero también miedo. Nosotros damos la campaña completamente por perdida y nuestras empleadas siguen en un ERTE. Confío en poder empezar a remontar en verano y, sobre todo, de cara al otoño”, explica preocupada.
En idéntica situación se encuentra Cristina, de Milady Ropa. También se dedica mayoritariamente a eventos y fiestas “y de eso no se vende nada. Tengo la tienda a tope de ropa, pero lo único que estamos sacando es algo de básicos. Las clientes vienen poco y con miedo. Normalmente soy optimista, pero esta situación es muy difícil. Me he gastado un dineral en todas las medidas de higiene, y no tenemos ninguna ayuda. Los pedidos los hago con seis meses de antelación. Ahora tengo toda la ropa que pedí antes del confinamiento, y tengo que pagarla. Los pequeños lo tenemos muy mal, porque viviemos de la puerta abierta, y la hemos tenido dos meses cerrada”.