«Estoy solo, Pokhara es una ciudad fantasma, pero es un lugar bellísimo»

El cierre de fronteras pilló a este gandiense a punto de regresar de un viaje de dos meses. Ahora vive en un hotel de Pokhara, a los pies del Himalaya

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Iba a ser una de las mejores experiencias de su vida, dos meses recorriendo Nepal, sus ciudades, poblados y, por supuesto, las grandes montañas del Himalaya. Pero pocos días antes de su regreso, a Pep Ginestar le cancelaron sus vuelos. Nepal también quedaba confinado.

 

Pep Ginestar es vecino de Gandia y miembro muy activo del Club Alpí, cicloviajero desde hace más de 20 años siempre acompañado desde su fiel ‘Lost in the world’, como llama a su compañera de viajes, su bicicleta. “Salí de España el 12 de enero sin saber qué era el coronavirus. Y según pasaban los días iba viendo en las noticias cómo avanzaba. Primero en China, después en Italia y ya cuando llegó a España. No me lo acababa de creer. Y ahora estoy aquí, bastante solo, esperando”, cuenta a través de una videoconferencia en uno de los ratos en los que puede conectarse a internet a través de su tablet, su nueva aliada y la que le permite mantenerse informado y conectado.

 

La última entrada en su diario de ruta tiene fecha del 6 de abril, completada ya su vuelta. Ahí comenzaba la segunda parte de su etapa asiática, la que no entraba en sus planes, la de su aislamiento particular en la ciudad de Pokhara.

 

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“Emprendí la bajada desde Kagbeni, a 3.000 metros de altitud, con la noticia de que me habían cambiado el vuelo de vuelta para el 18 de abril (debía volver el día 11). Tardo tres días en bajar a Pokhara. Qué lástima, los albergues y casas de comida que hay a la ruta están totalmente vacíos. Los nepaleses y yo a alucinamos con esta situación tan extraordinaria. Me da pena bajar de estas bellas montañas, puesto que me siento muy a gusto aquí, pero no quiero quedarme inmovilizado en un lugar donde no dispongo de comida. Cuando llego a Pokhara veo muy poca actividad en la calle. En el hotel donde estoy ahora me informan de que a partir del día siguiente empieza un periodo de confinamiento de una semana”.

 

Así que Pep se prepara para pasar también su cuarentena. “Me procuro víveres y me quedo en un hotel en compañía de la familia que lo regenta. Me cuidan con mucho de afecto. Estoy prácticamente solo. Quedan pocos turistas”. Pokhara tiene 200.000 habitantes y fundamentalmente vive del turismo, inexistente en estos momentos. Apenas quedan unos cuantos extranjeros repartidos en diferentes hoteles. Pep Ginestar es el único huésped del suyo y prácticamente convive con sus propietarios como uno más de la familia. “A veces comemos juntos, y han tenido el detalle de bajarme el precio de la habitación a la mitad”.

 

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Adaptándose a la nueva situación, comienza sus propias gestiones. “Estoy inscrito en un grupo de Facebook de los extranjeros que quedan a Pokhara, donde intercambiamos noticias y pensamientos y nos animamos unos a otros. También estoy inscrito a una lista del gobierno español en la embajada de Nueva Delhi. Pero con ellos no he tenido ningún contacto personal. Al principio me mandaron un formulario para poner mis datos y mi situación, y unos días después, una circular con consejos, muchos de ellos contradictorios. Y ya está”.

 

 

Primeras evacuaciones

 

En las informaciones que recibió entonces le avisaron de un autobús que llevaba a viajeros europeos a Katmandú, al tiempo que comenzaba la evacuación de norteamericanos y australianos. Los primeros se fueron a Katmandú, pero sin certeza de tener un vuelo, ni sabiendo a qué país volarían. “Yo me quedé, pensé que era una estupidez ir a Katmandú, donde es mucho más caro y difícil alojarse, además de contagiarse, y sin saber si habrá vuelo ni a dónde iba a llevarme. Así que opté por quedarme en Pokhara, lo vi mucho más seguro”, explica. Una decisión acertada puesto que después supo que la mayoría de esas personas, entre ellas, dos de sus compañeros de ruta, están recluidos en los hoteles, en una habitación cerrada “casi como si estuvieran en una cárcel. Pokhara es una ciudad fantasma, pero al menos es un lugar bellísimo, y estoy mucho más tranquilo. No me quejo, estoy mejor que en muchos otros sitios”. Y en eso, se confirmó la sospecha: todos los vuelos internacionales cancelados hasta nueva orden.

 

Pasó la primera semana, y al igual que en la mayor parte del planeta, el confinamiento se prolongó. Y Pep se adapta. “No salgo casi del recinto del albergue. Aquí tengo jardín, hago ejercicio, tomo el sol, disfruto de algunas tormentas vespertinas y de las vistas de los Annapurna y del Machhapuchhare. Solo salgo a comprar víveres cada tres o cuatro días de buena mañana”. La policía también es estricta y vigila las calles. Según los datos oficiales, allí no hay ningún caso de contagio por Covid-19. Y en todo Nepal, 56, y ningún fallecido. No ocurre lo mismo en la vecina India, con lo que la frontera con Katmandú es ahora zona de máximo riesgo.

 

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La vida transcurre apacible dentro del caos que supone la pandemia mundial. Y aún así, a pesar de los miles de kilómetros de distancia, del tiempo que lleva solo y separado de su entorno, Pep se limita a aprovechar el momento y absorber lo mejor que le está dando la vida en cuarentena. La siguiente etapa podría ser el próximo 6 de mayo, cuando –confía- acaba la prórroga del confinamiento.

 

Si va bien, volverá a subirse a su bici y a recorrer las montañas hasta que lleguen buenas noticias de casa. “La compañía me dijo que a mediados de mayo tendrían noticias, pero no sé cuáles serán. Porque si no me garantizan llegar hasta Valencia, tampoco volaré. Quedarme recluido en Francia u otra ciudad europea, no es ninguna solución, por no hablar del coste económico que eso tendrá”, apunta.

 

 

Pep no se olvida de los suyos, habla a diario con su mujer, que le espera en su casa de Marxuquera. También para ellos envía mensajes de ánimo desde las faldas de esas majestuosas montañas. “La vida transcurre con mucha paz y preocupación, sobre todo por todos vosotros. Ánimo, ánimo y más ánimo. No tengo ni idea cuando volveré. Estimados amigos, conocidos y familiares, cuidaos mucho. Yo estoy bien”.

 

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