El miedo fue nuestro mejor compañero del 14 de marzo al 21 de junio. Miedo a lo desconocido, responsabilidad ante la incerteza, seguimiento de las normas por las consecuencias que tiene ignorarlas, comprobar que la sanidad estaba colapsada, moría gente que engordaba la triste lista del anonimato, menos para sus familias directas.
Pero todo eso parece que el 22 de junio del corriente pasó a ser un mal sueño. Se aplicó el des-confinamiento. Se volvió a la movilidad general, la relajación para practicar la vida social fuera de casa, la mejoría en los hospitales con las UCIS vaciándose, cierta esperanza en volver a la vida anterior a la pandemia. El sector turístico reclamaba apertura para captar clientes y salvar el verano. Al igual que los restauradores, ocio nocturno y comercio. Pero la realidad era otra. Los turistas internacionales no tenían la confianza propia, ni de sus autoridades para viajar por Europa. Y eso se va mantener hasta 2022 como pronto.
La libertad individual no está por encima de la responsabilidad colectiva ante la situación que vivimos a día de hoy. La economía tampoco puede estar por encima de la salud de los que mueven esa economía, los trabajadores y empresarios. La Unión Europea no puede eternizar los rescates económicos a los países integrantes de dicho ente. Y los gobiernos tampoco pueden validar una eterna subvención para todos los sectores productivos. Pero en los próximos años los sacrificios por parte de la UE deben mantenerse porque de lo contrario no habrá economía, ni sector productivo que salga adelante.
Los expertos anunciaban un repunte con la llegada del invierno, pero no era así, el verano seguía alimentando al virus para mayor gloria suya. El final del verano y la llegada del otoño nos ha llevado a vivir la segunda ola antes del tiempo marcado.
Estamos ante cifras de contagios peores que las de marzo, la sanidad comienza a lanzar señales de alarma ante el previsible colapso en los hospitales, más muertes diarias y no estamos todos en casa porque la economía no lo permite, pero acabaremos en casa si esto no se para.
Fernando Simón, Epidemiólogo de cabecera, ya ha dicho que “ La situación es muy grave, excepto en las Islas Canarias, que es grave” y que “A este paso volveremos al confinamiento general obligatorio” porque además así lo manda la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud) por obligación. El Estado de Alarma hasta mayo de 2021, revisable según marque la tendencia, es una medida coherente con el volumen de contagios alcanzados. No tenemos más soluciones ahora mismo.
Podemos pedirle a los políticos gestión, medios, unidad de acción y contundencia. Perfecto. Pero si nosotros no usamos continuamente el gel, las mascarillas y aplicamos la distancia de seguridad además de controlar el número de personas reunidas, las fiestas en domicilios, bares o restaurantes clandestinas, la movilidad descontrolada y la subversión de las normas, nada que esperar.
Todos los que tenemos más de seis años, qué parte de “El virus y la pandemia siguen aquí y mata” no entendemos. Y vienen fechas complicadas. Puentes festivos, fiestas de Navidad, Año nuevo y Reyes. Compras, gente. Familias, gente. Ocio, gente. Sólo cabe pedir: Miedo, responsabilidad y respeto a las normas. No hay vacuna todavía y cuando la haya veremos cómo actúa y su eficacia, entre tanto medidas preventivas y paliativas. No queda otra… y suerte.