Actualmente hay 18.000 hectáreas de suelo agrícola repartidas en multitud de miniparcelas

La Safor es una de las comarcas más ricas y diversas de todo el territorio valenciano. Tiene playa, montaña, huerta, 31 núcleos de población, industria, puerto, conexión ferroviaria -hacia el norte-, relaciones comerciales locales, nacionales y extranjeras y es polo indiscutible de atracción turística. A simple vista, lo tiene todo. Pero si se analiza con algo más de detalle la idiosincrasia de la zona se detectan algunas carencias importantes.

La Safor tiene una estructura económica muy diversificada, cuyos pilares son la agricultura –fundamentalmente cítricos-, la industria, las infraestructuras y tecnologías y, finalmente, aunque de forma absolutamente predominante, el turismo. Es un destino turístico considerado ‘maduro’, consolidado y con una enorme proyección basada, especialmente, en el denominado turismo de ‘sol y playa’ de carácter familiar y residencial que se concentra en la zona de playa, fundamentalmente los meses de verano. Como consecuencia, el sector Servicios es el referente en la economía de la zona.

Según los datos recogidos en un estudio presentado por el Vicerrector de proyección territorial y sociedad de la Universitat de València, Jorge Hermosilla, la actual estructura del empleo se reparte de la siguiente manera:

• Servicios: 74% del total de afiliados a la Seguridad Social
• Industria: 13%
• Construcción: 8%
• Agricultura: 5%

En cuanto a los datos geográficos y demográficos, el estudio habla de una comarca diversa, de contrastes, concentrada en una única área funcional y muy poblada. Tiene una superficie de 430 km2, mayoritariamente de suelo agrícola (18.000 hectáreas) y forestal. Dicho territorio se reparte en 31 municipios muy desiguales tanto en superficie como en población o recursos, y cuenta con una densidad de población de 400 habitantes/km2, muy por encima de la media de la Comunitat Valenciana que se sitúa en los 210, según el estudio mencionado.

Revisando esos datos, se ve la paradoja de que mientras la superficie agrícola de la Safor representa el 41% del total, 18.000 hectáreas, tan sólo un 5% de la población activa se dedica a su explotación.  El estudio realizado va más allá y eleva el porcentaje de tierra con potencial para ser cultivada hasta el 72% dada la adecuada combinación entre suelos y clima.

¿Qué es lo que pasa? Qué es lo que está fallando?

Que el sector citrícola está en crisis no es un secreto para nadie. La agricultura es un sector estratégico y, sin embargo, resiste de forma prácticamente residual. Cada año se abandonan más parcelas porque el cultivo no sólo no es rentable, sino que hace años que acumula pérdidas para sus propietarios. En la comarca predominan los minifundios, con una elevada disgregación de parcelas, la mayoría de las cuales ronda las 4 ó 5 fanegas de superficie. Esto no facilita la explotación y comercialización del producto. La libertad que tienen los proveedores e intermediarios a la hora de fijar precios en el campo, la fuerte competencia exterior y la laxa política de aranceles y controles fitosanitarios aplicada desde Europa  a otros países exportadores como Sudáfrica, son sólo algunos de los obstáculos que ahogan la que debería ser una de las industrias más potentes de todo el territorio valenciano.

Todo este panorama no sólo dificulta la explotación directa de los cultivos, sino que está estrechamente relacionada con otros sectores económicos importantes como la agroindustria, la logística, la comercialización o el transporte, dado que la actividad que se genera tiene mayoritariamente vocación exportadora.

Iniciada ya la nueva campaña, las previsiones auguran una ligera mejoría respecto a la temporada pasada, cuando muchos productores ni siquiera lograron vender la cosecha, pero aún muy lejos de lo que serían unas cifras óptimas en cualquier otra industria. De no poder remedio por parte de empresas y autoridades, los porcentajes serán aún más preocupantes, si cabe.