Un estudio de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) elaborado a partir de la nueva Encuesta ESYRCE del Ministerio de Agricultura, revela que la superficie agrícola de la Comunitat Valenciana descendió en 2020 un 0,83% respecto al año anterior. En términos porcentuales puede parecer una cantidad poco relevante, pero se traduce en 1.335 hectáreas. En un año. En otras palabras, los agricultores valencianos dejaron de cultivar 3,6 hectáreas al día, o lo que es lo mismo, una superficie equivalente a cinco campos de fútbol. Al día.
Eso sólo en el último año. Pero la realidad es mucho más dura, porque el abandono de tierras es una tendencia que se observa desde hace años dada la baja rentabilidad en muchas de las cosechas y los altos costes de producción. La competencia desleal, los agravios comparativos respecto a productos importados y la alta vulnerabilidad de los cultivos ligada a la climatología, son otros factores que merman cada año este sector primario, fundamental durante décadas en la economía valenciana. Además de la superficie abandonada, saltan las alarmas por el envejecimiento récord de la población agraria –por encima de los 63 años de media– y la falta de relevo generacional al frente de las explotaciones agropecuarias.
La Safor no es ajena a esta tendencia. Las estadísticas reflejan ese abandono paulatino de tierras que se traduce en un total de 2.565 hectáreas en los últimos 15 años (entre 2004 y 2019), una media de 171 hectáreas al año. Pero si se retrasan un poco las fechas, se observa que sólo en dos años, entre 2002 y 2004, la cifra se dispara hasta las 1.701 ha, 850,5 al año. Fue el inicio del declive de la agricultura. En la comarca, más del 90% del total de la superficie cultivada corresponde a los cítricos, sobre todo, naranjas y es, por tanto, la más damnificada. Esos dos primeros años (2002-2004) se dejaron perder 1.263 ha. Y los siguientes 15 años, otras 2.488.
Tal y como se ve en el gráfico, los primeros años muchos agricultores optaron por la reconversión de sus tierras. Dejaron los cítricos y optaron por otro tipo de árboles frutales, fundamentalmente, algarrobo, olivo y almendro, y empezó la apuesta por el aguacate y el caqui. Es el caso de municipios como Barx, La Font d’En Carròs, Simat de la Valldigna, Villalonga u Oliva. Este tipo de parcelas aumentaron su superficie hasta 2014 y otros municipios como Alfauir, Palma o Tavernes hicieron lo propio. Pero a partir de ahí también empezaron a reducirse, hasta llegar a casi la mitad los cinco años siguientes.
PRECIOS DE PRODUCCIÓN
Según los datos recogidos en un estudio presentado por el Vicerrector de proyección territorial y sociedad de la Universitat de València, Jorge Hermosilla, en 2019, mientras la superficie agrícola de la Safor representa el 40% del total, tan sólo un 5% de la población activa se dedica a su explotación. El informe va más allá y eleva el porcentaje de tierra con potencial para ser cultivada hasta el 72%, dada la adecuada combinación entre suelos y clima.
El sindicato agrario AVA-ASAJA lamenta que la Comunitat Valenciana continúa ostentando el triste honor de encabezar el ranking nacional de tierras agrarias baldías con 162.902 hectáreas. Su presidente, Cristóbal Aguado, explica que es “la prueba del algodón, la evidencia de que la cadena agroalimentaria falla y se rompe por el eslabón más débil, el del productor, porque no recibe precios dignos”. Valga como ejemplo la actual campaña en la que se han llegado a pagar en la Safor, en aquellos casos que han logrado vender la cosecha, poco más de 10 céntimos por kilo de naranja de la variedad navelina.
Sin embargo, un reciente estudio cuantifica los costes medios de producción de los cítricos y los sitúa en 0,23 euros por kilo en el caso de la naranja (variedades navelina y lanelate), 0,28 €/kg en la mandarina (clementinas) y 0,20 €/kg en el limón (fino y verna). Los cálculos no salen.
Así concluyen los investigadores del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), Pedro Caballero y María Ángeles Fernández-Zamudio, y la investigadora de la Universidad Politécnica de Cartagena, María Dolores de Miguel, en su informe ‘Regresión o continuidad del sector citrícola. Función de los costes’ incluido en el monográfico ‘Una hoja de ruta para la citricultura española’ publicado por Cajamar.
LA CITRICULTURA, EN EL CONGRESO
El Secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders, Joanma Mesado, intervino hace unos en la Comisión de Agricultura, Pesca y Alimentación del Congreso de los diputados. Esta Comisión debate el proyecto de ley de medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria que modificará la ley 12/2013. Mesado destacó el agravio histórico de los agricultores valencianos que “son los que menos ayudas per cápita reciben, unos 1.900 euros, frente los 6.500 euros per cápita que son recibidos de media a nivel estatal”. Así mismo, el dirigente de la UNIÓ remarcó la necesidad que “esta ley evite que, como pasa ahora, el aumento de los costes sea asumido mayoritariamente por los productores” y no distribuido en todos los eslabones de la cadena.