Cuando observo a nuestro alrededor encuentro que el mundo ha olvidado la acción de programar. Hace meses, a comienzos de año, se programaban las vacaciones, las cenas, la ropa para las fallas, las bodas o las comuniones. Hoy, debido a esta pandemia, hemos perdido el concepto de futuro. La gente camina por la calle como si la mascarilla pesara 100 kilos porque es el marcador de este nuevo mundo que vivimos y nos preguntamos ¿hasta cuándo?
Pocos gritos se oyen desde la calle, apenas música en los coches que pasan, el confinamiento fue un largo examen de austeridad, sobrevivencia y comunicación con los que convivimos diariamente.
Ignoro cifras pero supongo que habrá muchos nacimientos entre diciembre y marzo y muchas separaciones y divorcios en estos meses. ¿Se han perdido valores? Han muerto muchas personas de la tercera edad en residencias, en algunos lugares solas y abandonadas, como si la vida de los demás no tuviese precio. Aunque los mismos que las abandonaron, cuando se habla de una muerte elegida por dolor e incapacidad de recuperación, se oponen a una ley reguladora.
El miedo cotidiano ante la enfermedad se ha instalado y la sociedad está dividida entre los nuevos hipocondríamos (con razón) y los negacionistas, que ha sido utilizados por partidos políticos como masa crítica e insurgente en Europa y América.
¿Y hacia dónde vamos? Deberíamos hacer un análisis profundo y preguntarnos si no es la hora de modificar hábitos y necesidades. La sociedad consumista ha sido atacada por un virus y nos ha demostrado que podemos vivir con menos muchas cosas aunque el boom del papel higiénico ha hecho mella en la producción anual del producto.
¿Pero hacia dónde vamos? Los conceptos del habitat se han modificado. Se buscan casas y pisos donde lo fundamental es el paisaje que se pueda observar, incluyendo, con mayor importancia, la entrada de luz y el movimiento amplio y libre por las habitaciones.
Los adultos han desarrollado múltiples actividades de aprendizaje (idiomas, música, cocina, etc.) que siempre habían deseado hacer y el mundo de los niños se ha ampliado con todas las actividades creativas que sus padres han necesitado inventar para que estuviesen ocupados.
¿Y el futuro? Pocos utilizan esa palabra como si estuviese cargada de malas energías pero existe y en cada uno de nosotros está crearlo con todo lo que hemos aprendido durante estos meses.