No creo que las mujeres nos merezcamos sólo un día para demandar un trato de igualdad.
Mañana vuelve a ser 8 de marzo, un día reivindicativo que no me gustaría celebrar, porque creo que simple y llanamente tenemos las mismas capacidades que los hombres, y deberíamos tener las mismas oportunidades.
La imposición de cuotas de igualdad en distintos escenarios son necesarias aunque me gustaría que los políticos no dictaran leyes en este aspecto y que los espacios fuesen ocupados por los más capaces, independientemente del sexo.
Lo deseable sería que se nos diera a cada uno lo que nos corresponde por capacidad y no por cuotas.
Pero desgraciadamente hay que legislar porque si avanza la ultra derecha, es necesario que no perdamos todo lo conseguido, que, aunque no lo parezca, ha sido mucho.
El golpe de estado franquista obligó a nuestras abuelas a volver a las tareas domésticas, arrebatándonos así todos los derechos conseguidos por la República.
Por eso es tan importante seguir luchando y que alcemos la voz para que “la igualdad sea un derecho real”.
Para que, ante las mismas condiciones laborales “no haya una brecha laboral”.
Esta es una carrera de fondo, donde la educación en todos los ámbitos es necesaria para continuar avanzando -aunque sea lentamente- hasta lograr que el mejor 8 de marzo sea un día en que “no necesitemos reivindicar nada”.
Quiero finalizar recordando a todas esas mujeres de la India, Pakistán, Nigeria o Irán, que sufren por el simple hecho de haber nacido mujeres, así como a todas aquellas que por tener alguna discapacidad, les cuesta tanto llegar a tener un lugar digno en esta sociedad.
No seremos libres “mientras haya mujeres oprimidas”.
Emily Dickinson dijo una vez:
“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”.
Y es que nos han quitado tanto durante años, que nos han hecho rebelarnos, perder el miedo y alzar la voz para conseguir una sociedad “mejor e igual” para nuestros hijos e hijas.
Feliz 8 de marzo.