Ni olvido,ni perdón

 

 

 

He esperado toda la semana para redactar mi artículo porque cada día me movía entre la perplejidad, la sorpresa y la indignación.

 

No en vano este es el país de “Rinconete y Cortadillo” Miguel de Cervantes, Siglo XVII. 

«El Buscón” de Francisco de Quevedo. Siglo XVII.

«El Lazarillo de Tormes” atribuido a Diego Hurtado de Mendoza y otros historiadores lo consideran anónimo. Siglo XVI.

«La escopeta Nacional” película de Luis García Berlanga. Siglo XX.

Acabando con “Martínez, el Facha” Revista satírica El Jueves, dibujante Kim. Siglo XX.

 

 

Son algunos ejemplos de la España de charanga y pandereta. De pícaros busca vidas. De desvergonzados y ventajistas. Nos viene de lejos y forma parte del ADN nacional. En el Siglo XXI ante lo que está pasando, nos topamos con políticos vacunados por la jeta, militares utilizando su graduación para colarse y Obispos que por la gracia de Dios se vacunan antes. Son algunos ejemplos poco ejemplarizantes.

 

No debemos enfadarnos por tanto caradura, zafio, mequetrefe y rastrero. Tras 40 años de franquismo en los que las autoridades de los pueblos y ciudades eran el Alcalde, el Cura y el Comandante de Puesto de la Benemérita, aunque fuera un cabo chusquero, tampoco podemos sorprendernos ante lo que sucede y seguirá pasando.

 

Para continuar con el tema, ahora resulta que tras anunciar a bombo y platillo la deseada vacuna, las farmacéuticas no tienen bastantes dosis para generalizar la vacunación de los millones de europeos que teníamos la esperanza de llegar vacunados a después del verano de 2021 y conseguir que el 70% estuviera vacunado para acceder a la “Inmunidad de Rebaño”.

 

Esto huele a que los creadores y comercializadores de las distintas vacunas quieren incrementar el precio para aumentar sus beneficios que ya son estratosféricos. «Es el mercado, estúpidos”.

 

Y entre tanto la Comunidad Valenciana ya lidera para mal las cifras de incidencia de la pandemia. ¿Qué hemos hecho del 6 de diciembre del 2020 al 6 de enero del 2021?

 

La respuesta es tan sencilla como indignante. Reunirnos con más gente de la debida en distintos lugares públicos y privados, no mantener la distancia de seguridad, no lavarse con asiduidad las manos y pasar de las mascarillas en reuniones varias con personas ajenas a nuestra área de convivencia.

Lo dijo con pelos y señales la Consellera de Sanitat, Ana Barceló en les Corts Valencianes el pasado lunes. Le corresponde a ella tragarse el sapo de los malos índices en nuestro territorio por la negligencia de esa denominada de forma etérea pero que tiene nombre y apellidos llamada “gente”. Esa “gente” contagiada, salvando la Navidad, forma parte ahora del ejército de personas ingresadas en los hospitales con las UCI al límite, en casa pasando el mal trago y desesperando a los profesionales y trabajadores de la Sanidad que sin merecerlo, se dejan la vida por salvar a tanto egoísta que no ha pensado o ha pasado de las consecuencias de sus actos irresponsables.

 

Pero claro en un país en el que la gente, si puede, se cuela en la fila para ir a comulgar y recibir antes la hostia, ¿Que podemos esperar?

 

 

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