Podría sonar perfectamente a un cómic de los años 50 o 60, o incluso a la última super-producción de Marvel, pero es algo aún peor que lo segundo. Es, entre risas y cómplices comentarios políticos, la palabra que usamos mi pareja (31 años, Arquitecta) y yo cuando nos referimos a la ciudad. Y es que son muchos los motivos que encontramos para llamarla así, no solo por las decisiones y políticas públicas que salen del Ayuntamiento, como la permanente compra de solares para la habilitación de plazas de aparcamiento, sino por los eventos que organiza, como la Fira del Motor o el Rally Ciutat de Gandia.
Recuerdo en una ocasión estar manteniendo una conversación con Alicia Izquierdo (Compromís), y manifestarle mi desafección y mi rechazo total frente a la política del entonces nuevo gobierno de coalición de continuar con la feria que en su día creó el PP, de la mano de Arturo Torró. No podía entender cómo la coalición, supuestamente de izquierdas y con sensibilidades y compromisos ecológicos y de sostenibilidad que incluso llevaban en su programa político, se posicionaba ahora a favor de una feria que, perdónenme, no contribuye en nada al correcto y sostenible desarrollo de la ciudad. Recuerdo en aquella conversación decirle a la concejala arriba mencionada que de continuar realizando la feria, lo único que conseguirían sería fomentar el uso del vehículo a motor privado por toda la ciudad, una ciudad pequeña y plana como lo es la nuestra. Me quedé realmente incrédulo cuando lo negó; alegaba que el hecho de que ellos, como gobierno, estuviesen realizando (continuando) una feria en la que (sólo) se venden vehículos a motor, no significaba que el gobierno estuviese fomentando el uso del automóvil. Me quedé realmente sorprendido por el nivel de desfachatez de esas afirmaciones, todo un insulto a la inteligencia, porque … ¿cómo iba una feria del motor a fomentar el uso del vehículo a motor?
¿Estaré yo loco? ¿O estaba esta concejala eludiendo una pregunta que cuestionaba las políticas de un gobierno del que ella forma parte? Desde aquella conversación en 2015 ha llovido mucho, aunque no lo suficiente para la cantidad de coches que circulan a diario por nuestras calles. El hecho aquí, aunque difícilmente demostrable, es valorar cuánto han cambiado los hábitos de los ciudadanos en lo relativo a la movilidad. ¿Circulan más coches hoy que hace diez años cuando se creó esta feria? ¿Circulan más coches hoy que hace siete años cuando Izquierdo negó la responsabilidad del gobierno de estar fomentando el uso del automóvil? Yo creo que sí. Me lo transmite mi olfato, mi vista, y mis oídos. La ciudad huele a humo, a humo de coche, a tubo de escape. El ruido de algunas motos colapsa el espacio público, lo contamina, y lo hace imposible para un disfrute saludable de la ciudad. Casi lo mismo con los coches. Y yo me pregunto: ¿Soy el único que nota, estos alarmantes niveles de contaminación?
Y, ya acabando, ¿Por qué el gobierno ha querido enmascarar la feria de este año 2022 con imágenes de bicicletas? ¿Con qué sentido iban los políticos locales a querer disfrazar una feria del motor bajo un telón de imágenes de bicicletas? ¿No será que saben que están fomentando el uso de vehículos a motor y que eso nos aleja de no sólo unos mínimos compromisos y objetivos medioambientales de la agenda 2030, sino de unos mínimos estándares de calidad del aire y por lo tanto de calidad de la ciudad? ¿No saben que el uso del vehículo a motor está siendo cuestionado en todo el mundo por los altísimos niveles de contaminación que conllevan? ¿Esto no lo saben? ¿O lo saben pero les da igual?
Me gustaría vivir en una ciudad con políticos honestos, valientes y responsables. Y estoy pensando seriamente en cambiar de ciudad si esto no sucede relativamente pronto. Me gusta mi tierra, pero más me estimo mi propia salud. Si los demás conciudadanos van a seguir haciendo la compra de la semana en coche y los políticos de esta ciudad, van a seguir complaciendo este tipo de comportamientos poco responsables, más de uno va a plantearse más pronto que tarde mudarse a otra ciudad.