Como padres, madres y docentes, queremos lo mejor para nuestros hijos y alumnos, y esto pasa, no solo por acompañarlos en su desarrollo cognitivo sino también en su desarrollo emocional. Debemos dotarlos de las herramientas necesarias para que lleguen a convertirse en adultos emocionalmente equilibrados. El eterno debate de “se educa en casa y se aprende en la escuela” está ya algo caduco. Hoy en día estamos todos de acuerdo en que la educación de nuestros hijos debe ser una labor conjunta entre escuelas y familias. Tenemos un objetivo común, que nuestros niños reciban una educación integral y si lo trabajamos juntos, será más fácil lograrlo.

Los docentes, como acompañantes, facilitadores o asesores de nuestros alumnos, tenemos un papel muy importante en esta tarea. Seguro que habéis oído hablar de los fantásticos programas de Educación Emocional que cada día más coles implantan dentro de su horario escolar. Con ellos, acompañamos a nuestros pequeños en la tarea de reconocer sus emociones, aprender a regularlas, entender lo que sienten y conseguir que sus competencias sociales sean las más adecuadas para enfrentarse a su futuro como adultos.

Pero este trabajo no debe limitarse a las aulas. También debemos trabajarlo en casa. No hace falta ser un experto en Inteligencia Emocional para saber lo importante que es desarrollar la empatía en nuestros niños, o la necesidad de, ante un ataque de ira o de rabia, saber controlarse y sufrir lo menos posible. ¿Y cómo podemos llevar a cabo esta tarea? Os dejo aquí una serie de consejos muy útiles para el día a día en casa:

Podemos ayudarles a reconocer y entender las emociones propias y el estado de ánimo y los efectos que producen dichas emociones en uno mismo. ¿Cuántas veces los hemos visto pasar de la risa más contagiosa al llanto más amargo en cuestión de segundos? ¿Qué les está pasando? Ni ellos mismos lo saben. Los adultos en este caso debemos enseñarles a reconocer estas emociones, a entender por qué aparecen y la necesidad de controlarlas y canalizarlas de manera positiva. Con los más pequeños es difícil, pero a medida que van creciendo y pueden comprendernos mejor podemos poner ejemplos de alguna vez que sintieron alguna de ellas, qué ocurrió, cómo lo expresaron, cómo podrían haberlo hecho, etc. para que de esta manera sean capaces de reconocerlas pero también de autorregularse cuando sea necesario.

La escucha activa es una de las habilidades sociales más importantes para una vida adulta exitosa. A todos nos gusta ser escuchados, de la misma manera que no podemos hablar mientras otra persona nos está hablando y esto, sabemos que para los niños resulta muy difícil ya que su autocontrol a ciertas edades es aún muy limitado. Practicar la escucha activa en casa es tan sencillo como dedicar un tiempo al día a hablar, a contarnos qué tal ha ido el día, escucharlos con calma sin interrupciones, dejar de lado los móviles, la tele y escucharnos de verdad. De esta manera vamos a generar un ambiente de confianza en casa extraordinario.

La empatía es otro de los pilares en los que se fundamenta la Inteligencia Emocional. “Ponerse en la piel del otro”, comprender lo que otros sienten e interpretar qué necesitan o qué quieren es fundamental. Podemos reflexionar sobre situaciones reales, que han sucedido en el colegio con algún compañero, con alguna noticia que haya salido en la tele. Analizaremos cómo creemos que se han sentido los otros ante estas situaciones y cómo nos hubiésemos sentido nosotros.

En definitiva, una adecuada Inteligencia Emocional ayudará a nuestros pequeños y pequeñas a lo largo de su vida a desarrollar sus habilidades sociales y así relacionarse de una manera positiva con su entorno. Les convertirá en adultos respetuosos, comprensivos, empáticos y seguros de sí mismos, lo que les proporcionará una mejor calidad de vida.