El debate sobre el futuro de la Colonia Ducal lo abrió en julio del año pasado de forma sorpresiva y unilateral el portavoz de CompromísMésGandia Unida en el Ayuntamiento de Gandia, el compañero Josep Alandete, al afirmar en un diario que “habrá hotel en la Colonia Ducal solo si hay consenso con los vecinos”. Es difícil de entender que todo un representante público supedite la política urbanística de una ciudad al asentimiento de los propietarios, dando a entender que prevalece el interés particular frente al interés general. Más si cabe si dicho actor es el mismísimo concejal de Urbanismo e integra un gobierno de progreso.
¿Fue un simple desliz? ¿O estamos ante toda una declaración de intenciones con tal de complacer a destacados militantes y simpatizantes nacionalistas con apartamentos en esta exclusiva zona de la playa de Gandia? En ese momento no argumentó ni el supuesto valor patrimonial del complejo, ni que a lo largo de los últimos años hemos visto iniciativa alguna tendente a la protección de dicho espacio. Han sido muchos los concejales de urbanismo y muy poca la atención que se ha prestado al respecto.
Todo gobierno que se precie debe escuchar a los vecinos, tejer acuerdos y buscar consensos. Pero a mi humilde entender jamás se puede condicionar el futuro urbanístico de una zona de la ciudad a aquello que dicte la propiedad, ya que supeditar dichas decisiones al visto bueno de los interesados es perverso, peligroso y un grave precedente. Esa forma de proceder es incompatible con una mirada de izquierdas.
¿Cree alguien que con este planteamiento se hubiese protegido la playa de l’Auir dejando dicha decisión en manos de sus propietarios? ¿O se habría peatonalizado el Centre Històric si los gobernantes de turno hubiesen supeditado dicha acción al consenso vecinal y de los comerciantes? Para algunos partidos parece ser que hay vecinos de primera y de segunda.
Se puede y se debe escuchar a los vecinos, pero a todos: a aquellos que creen que un hotel de tres alturas les impedirá ver el mar. Y, también, a aquellos otros que consideran que una dotación hotelera puede ayudar a desestacionalizar y revalorizar la zona. No hay que olvidar que en Gandia nos interesan los hoteles, porque al final son como una industria que crea puestos de trabajo estables y suponen un gran aliado en nuestra política de destino turístico de calidad. Y, en tiempos de pandemia, una inversión de ese calado debe ser analizada con detenimiento.
Por ello, debemos ponderar entre aquellas propuestas que abogan por el incremento en la zona de la oferta de hamburgueserías, discotecas y bares; y aquellas otras que creen que un cambio de usos tal vez sea beneficioso para mejorar nuestro turismo y profesionalizarlo más. Hay que tener en cuenta a aquellos que defienden a la Colonia Ducal por su valor arquitectónico. Pero, al mismo tiempo, a aquellos otros que entienden que la Ducal se pervirtió hace muchos años, cuando esa “arcadia feliz” derivó en una gran zona de ocio y ruido vendida al mejor postor con la aquiescencia de propietarios y administración.
No cabe duda que habrá propietarios a los que les suponga un perjuicio no poder ver a lo largo del verano el bello amanecer, pero seguro que hay muchos más que no consideran este hecho como una vulneración de sus derechos. Hay que destacar que en anteriores ocasiones, en este mismo gobierno, han prevalecido las instalaciones de dotaciones consideradas de interés general frente a inquietudes de terceros.
El ‘plan B’ previsto para la Colonia Ducal es la apertura de locales de ocio y restauración, que ni de lejos supondrá el revulsivo y el valor que sí le daría un hotel de categoría cuatro estrellas superior. Al final, estamos ante la disyuntiva de aquello que interesa más a la playa de Gandia, en general, y a nuestra oferta turística, en particular: ¿Un hotel de cuatro estrellas o una franquicia de comida rápida? ¿Una dotación pública o más bares y discotecas? ¿Poner en valor el entorno de la Ducal o dejar las cosas como están?
Ahora, con la exposición pública de este proyecto, se nos da la oportunidad a todos y todas de aportar, mejorar y alegar. Podemos participar en un proceso que persigue garantizar derechos y abrir una reflexión colectiva sobre aquello que consideramos mejor para nuestra ciudad –y más justo para la ciudadanía en general–. Y la última palabra, por mal que les pese a algunos, la ostentamos los representantes públicos elegidos democráticamente que, en un marco de legalidad y legitimidad, intentaremos acertar.
Vicent Mascarell Tarrazona
Concejal de Turismo y Playas de Gandia