Llevo dos semanas que vivo entre la sorpresa y la melancolía. Sorpresa por lo que veo y escucho, pero melancolía porque observo cierta asunción de normalidad hacia un holocausto inasumible: la Guerra de Putin.

Las consecuencias de la barbaridad comenzamos a padecerlas. El aumento de los precios del gas, la electricidad y el combustible están provocando la huelga de los transportistas, primero los autónomos y desde esta semana una de las grandes asociaciones como FENADISMER  y otras grandes del transporte, imagino que también afectará dentro de poco a los precios del transporte público al encarecerse los combustibles.

En varios países europeos como Francia, Portugal, Bélgica o Italia, el gobierno ha actuado directa y rápidamente subvencionando parte del combustible para aligerar la carga de los transportistas. Los países citados van a dar miles de millones de euros a final de mes (Francia:16.000 millones; Italia: 8.000 millones; España: 500 millones a los transportistas) y todo esto no algo simbólico, sin saber cuando, ni de qué manera. Certezas, no promesas.

Por su parte los agricultores y ganaderos  se manifiestan por el aumento de los gastos que hacen imposible su continuidad dadas las circunstancias. Dichos colectivos dicen que iniciarán sus paros en próximas fechas si no mejoran sus condiciones.

Los pescadores amarran sus barcas y no salen a faenar puesto que el gasoil costaba 0,80 euros en enero y ahora cuesta 1,60 euros el litro. Ruinoso.

Lo que no comprendo es que pintaban en esa manifestación colectivos representantes de los cazadores o de los criadores de toros de lidia, por cierto agrupaciones que han manifestado su simpatía hacia VOX, la ultraderecha española, que tratan de blanquear desde el PP hasta los Medios de Comunicación afines. Malos compañeros de viaje cuando se trata de reivindicar nada con la bandera de la militancia a-política frente a la sociedad civil.

Entre tanto el Gobierno que se identifica de izquierdas ha demostrado poca empatía hacia los afectados. Mientras Pedro Sánchez ha iniciado su cruzada por Europa buscando desligar el precio del gas de la electricidad, en España los ciudadanos afectados del sector primario, se sienten abandonados a su suerte. El Gobierno no ha sabido ver llegar el malestar general y anticiparse con medidas al incendio.Trata de apagarlo cuando va creciendo en un monte seco y atestado de maleza.

La distorsión de la realidad se define como la construcción consciente o inconsciente de un suceso en el que se participa de forma directa o indirecta. Ministros que se niegan a reunirse con representantes de colectivos organizadores de la huelga, desbocado aumento de los precios en combustibles, alimentos, de los piensos para la ganadería, bajada de los precios de los productos agrarios, amenaza de desabastecimiento, amarre de la flota pesquera y paradas industriales por falta de componentes y alza de los precios energéticos.

 El Gobierno progresista recurre a postular unos argumentos basados en la salida de la crisis del Covid, entrada de la crisis por la Guerra de Putin, la amenaza de la derecha y que trabajan para solucionar los problemas.

Pero los ciudadanos somos cada vez más escépticos. No tragamos con argumentos generales basados en enemigos externos, necesitamos saber cómo y de qué manera nos van a sacar del agujero pero hoy mejor que mañana.