Llega el verano y con él el eterno debate acerca de si son necesarios o no los deberes de verano para nuestros hijos.
Por un lado creemos firmemente en la necesidad de los pequeños de descansar y desconectar de sus estudios, pero por el otro tememos que todo lo aprendido durante los meses del curso escolar se les olvide entre tanto chapuzón en la piscina y helado en una terraza.
Si buscamos el significado de la palabra vacaciones, encontraremos en el diccionario lo siguiente: Descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios. Y los deberes, son trabajo, ¿no?. Por lo tanto, como norma general, los niños no deberían hacer deberes de verano porque las vacaciones son para descansar.
Hoy en día vivimos en una sociedad de consumo en la que parece que si no estás produciendo, estás perdiendo el tiempo, pero ¿verdad que a ninguno de vosotros, padres y madres, vuestros jefes os piden que durante el mes de vacaciones, cada día mandéis un par de emails y hagáis un par de llamadas y pedidos para que no se os olvide vuestro trabajo? El aburrimiento, por si no lo sabéis, tiene multitud de beneficios, entre otros, nos vuelve más creativos e inteligentes, así que ¡dejemos que se aburran!
Son muchos los que hablan de la necesidad de mantener unas rutinas de trabajo durante el verano para que al volver al colegio en septiembre no les cueste trabajo adaptarse al ritmo. Pero, seamos sinceros, esas rutinas a quien benefician no es a los niños sino a los padres que por norma general tienen que hacer malabares para conciliar su vida laboral con las vacaciones estivales de sus hijos, pero este es otro asunto que daría para otro importante debate. Además, ¿quién no sufre cada año el síndrome postvacacional al volver al trabajo? Pues los niños lo mismo. Ya nos encargaremos padres y docentes de que esa vuelta a la rutina suceda de la manera más agradable posible.
Ha quedado clara entonces mi postura acerca de los deberes de verano ¿verdad?. Pero que no esté a favor de libros, cuadernillos y libretas de manera sistematizada cada día de verano, no significa que piense que en verano no se aprende.
Veamos algunos consejos acerca de cómo seguir “trabajando” y “repasando” durante las vacaciones estivales:
- Si van a leer un libro o un cuento, que sea el que ellos elijan. Yo no sé vosotros, pero cuando empiezo una novela y no me gusta, la dejo. No estoy diciendo que la novela no sea buena, es simplemente que necesito algo diferente, otro tipo de historia, otro género. Si queremos que nuestros hijos lean, deberían ser ellos quienes elijan el qué. ¿Por qué no una visita a la biblioteca municipal? ¿O a la librería de nuestro barrio? Si son ellos los que eligen la historia, seguro que se sienten motivados a la hora de sentarse a leer.
- Pueden practicar caligrafía y gramática escribiendo, pero no necesariamente redacciones, pueden escribir una carta a esos familiares o amigos que viven fuera, o un email a algún compañero de clase que no ven en verano. Podemos repasar después con ellos las faltas de ortografía. Puede ser un buen momento también para iniciar un diario personal. A escribir se aprende escribiendo.
- Seguro que hoy en día todos tenéis acceso a alguna plataforma de streaming, Netflix, Disney. Veamos nuestras películas o series favoritas, pero en inglés. Pongamos los subtítulos, dependiendo del nivel de inglés, en español, o en la propia lengua inglesa. Aunque al principio puede costar un poco entenderlo, el oído se acostumbra pronto. Veréis como después os resultará raro ver los dibujos animados doblados al español.
- ¿Y qué hacemos con las matemáticas? Parece imposible repasar mates si no es a base de decenas de sumas y multiplicaciones que resolver. ¡Nada más lejos de la realidad! Si echáis una partida de cartas, además de un rato divertido en familia, estaréis, sin daros cuenta, practicando el cálculo mental. ¿Una tarde de papiroflexia? Geometría en estado puro. Elaborando una receta de cocina estamos repasando las unidades de medida. Podemos incluso convertir el repaso de las tablas de multiplicar en un juego. En internet encontraréis multitud de recursos para ello.
- Una visita a un museo, al zoológico o un viaje son la ocasión perfecta para aprender mientras pasamos tiempo juntos. Historia, biología, geografía. ¡Qué manera tan enriquecedora de aprender!
Puede que hayas leído todo esto y pienses que todos estos consejos están genial, pero a tu hijo le han puesto deberes de verano y los tiene que entregar al volver al colegio.
Si este es tu caso te recomendaría que le animes en la realización de los mismos. Intenta que no lo vea como una obligación negativa o como un castigo, puede desmotivarse y que la intención de repasar se vaya al traste. Asegúrate de que el tiempo que dedica cada día es adecuado a su edad y ayúdale si lo necesita.
Sea cual sea tu opinión o tu caso, con deberes o sin ellos, disfruta del verano con tus hijos, juega, lee y aprende con ellos. La educación no se reduce a pasar horas delante de un libro, la educación va mucho más allá, apuesta por actividades que traigan como resultado no solo el aprendizaje sino la felicidad de nuestros pequeños. Cuando sean mayores y recuerden los largos veranos de su infancia, que no sea por los deberes que tenían.