Hace un par de semanas, decenas de paseantes de las playas de la Safor quedaron sorprendidos por la «invasión» en la arena de extraños moluscos, parecidos al mejillón, y que finalmente resultó ser una clase de medusa, la Velella Velella o medusa velero. La estampa de playas como la de Gandia o Daimús repletas de estos desconocidos animales marinos despertó la curiosidad de la gente, precisamente, por lo desconocido de la especie.

Este fin de semana, ha ocurrido algo similar, pero con otra especie, esta vez con forma de caracol. Se trata del Janthina pallida, comúnmente conocido como  caracol púpura o caracol violeta de las tormentas. Ambas apariciones están muy relacionadas. En primer lugar, porque estos caracoles se alimentan, en parte, de las medusas vela (de ahí su color rosáceo-azulado), por lo que se entiende que tras la aparición de las primeras, llegarán después sus depredadores. Y en segundo lugar, porque en los dos casos el varamiento masivo se produjo tras temporales y fuertes mareas, que han arrastrado a ambas especies hasta la playa.

Tanto la Velella como el Janthina pallida son especies marinas que viven en la superficie. En el primer caso, utilizan ese especie de vela para moverse a la deriva según las corrientes. Y en el segundo, el caracol genera una especie de baba que atrapa burbuas de aire que actúan como flotador para conseguir la misma función, moverse a merced de las olas y el viento. Es, de hecho, el único molusco en el Mediterráneo que utiliza esta técnica para desplazarse e ir alimentándose de todo aquello que encuentre en su camino. Al igual que la Velella, es inofensivo para el ser humano y descubre un poco más los miestrios que habitan la inmensidad del oceáno.