Pablo Hasél ha pasado de ilustre aprendiz de rapero a mártir defensor de la libertad de expresión. Lo segundo es tan falso como lo primero. Sólo le cabe el mérito de haber servido de espoleta para activar una bomba social entre un sector de jóvenes de nuestro país.
Ha entrado en prisión por haber delinquido en otras circunstancias con sentencia firme, ser reincidente y tener más causas pendientes que nada tienen que ver con la libertad de expresión.
Mi libertad acaba donde comienza la de otras personas desde el respeto a la libertad de pensamiento, expresión u opinión y sin ofender o despreciar al que no opina como yo. Por decirlo cantando, bailando o escribiendo no me da “patente de corso” para hacer o decir lo que me venga en gana si ofendo, insulto y falto al respeto a los demás.
Entiendo perfectamente a esa parte de los jóvenes que se sienten engañados, frustrados, desencantados, enfadados y sin futuro que hastiados de sufrir crisis tras crisis de los 25 a los 40 años, no ven más salida que la reivindicación de su situación trasladando la violencia a la calle. No todos los jóvenes, pues “cualquier generalización es falsa, ésta también” tal como decía Mark Twain.
Pero no puedo compartir el recurso a la violencia como tabla de salvación. La violencia engendra más violencia, y no soluciona nada.
Romper cristales, lanzar adoquines o quemar contenedores en Madrid, Barcelona o València en nombre de la libertad de expresión de un presunto rapero, es engañarse a uno mismo y suma una frustración más.
El paro juvenil alcanza al 40% de personas jóvenes en este país, ocupan el segmento de entre 25 y 40 años. Son víctimas de la crisis de 2008 y la actual de 2020. Una parte con estudios universitarios, otra con estudios medios y una más pequeña sin estudios.
Según la plataforma “Volvemos.org” en los últimos doce años han marchado 1.200.000 español@s jóvenes al extranjero. Son emigrantes en busca de oportunidades de trabajo acorde con su nivel de formación. Porque en España un graduado en derecho, en economía, en ingeniería química o en lo que sea acaba trabajando en Glovo, MacDonald´s o Uber por un salario de miseria que nada tiene que ver con su formación y capacitación.
Sus destinos son Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Francia principalmente. Exportamos la mejor generación de jóvenes formados de este país para que engorden la economía de otros países. Triste situación la nuestra.
Y mientras el PSOE de Sánchez trata de gobernar como si tuviera mayoría absoluta, Podemos con Iglesias juega a ser gobierno y oposición a la vez, el PP de Casado acorralado por la corrupción, Vox pesca en río revuelto y Ciudadanos aspira a emular a UPyD. La miscelánea del resto de partidos van a ver que sacan de los presupuestos generales para mejorar sus cuentas. Y los catalanes viven una ficción que aspiran a que se convierta en realidad. Los que deberían solucionar nuestros problemas están a lo suyo.
¿Quién y de qué manera va a solucionar el futuro de los jóvenes? Ese es un problema real entre tanta frase grandilocuente, promesas sin fundamento y vacías de contenidos en el BOE (Boletín Oficial del Estado). Es lo que hay.