No importa quién gane. No importa quién muera. Lo importante es que contemplamos atónitos un espectáculo bochornoso en el que una vez más se demuestra que los políticos priorizan sus intereses personales ante los de los ciudadanos e incluso los intereses de su propio partido.
El PP siempre ha sido un partido presidencialista, con un nivel de disciplina interna superior al del PSOE, que sin miedo pero con afán introspectivo y celoso de su intimidad, ha rechazado mostrar públicamente sus debates internos, lavando los trapos sucios en casa como principio básico.
Pero todo eso pertenece al pasado. En el tormentoso presente es vox populi que el secretario general del PP, Teodoro García Egea, mano derecha de Casado, ha aplicado desde hace tiempo una estrategia de acoso y derribo a la presidenta de la Comunidad de Madrid frente a los deseos de esta de liderar el partido en su territorio.
Ante tal estrategia la mejor defensa es un ataque, y si las declaraciones de Ayuso supusieron un suicidio o un homicidio no es relevante. Lo trascendente es que Ayuso o Casado se crean con el derecho de destruir un partido político del que no son dueños, sino interinos. El PP no pertenece a sus dirigentes sino a sus votantes.
La prioridad de Casado es demostrar que Ayuso se lucró o ayudó a su hermano a lucrarse. La prioridad de Ayuso es demostrar que hubo una investigación interna contra ella. Pero la prioridad de los votantes del PP es evitar una guerra interna. Y, en estos momentos tenemos a dos políticos tratando de sobrevivir, olvidando hasta las siglas que representan.
Para estar en política y aún más liderando un partido, hay que ser un caballero. Como lo fue Aznar o Rajoy. Hay que tener un proyecto político claro y hay que saber estar. Todas estas virtudes de las que parecen carecer tanto Ayuso como Casado son claves para el éxito en los futuros comicios, pues un partido destruido internamente jamás podrá ganar unas elecciones.
Cierto que Ayuso ha demostrado su gran valía en las elecciones autonómicas pero no lo es menos que Casado ha ganado el único congreso realmente democrático del PP ante Soraya.
Victorias pírricas si ahora destruyen el partido por sentirse amenazados en lugar de ver una oportunidad para alcanzar el tan ansiado doblete de gobernar España y Madrid. Como si fueran los actores de la película “Los interminables” en la que sólo puede quedar uno, parecen no entender que sólo son piezas de un gran puzle que
se llama Partido Popular, partido que a su vez sirve a los intereses de los ciudadanos.
Casado, repleto de ignorancia e inocencia ha demostrado no tener rumbo ideológico ni estratégico claro. Y ha tenido dos envalentonamientos fatales para advertir que él es el jefe y que tiene claro qué es lo que quiere. O mejor dicho, lo que no quiere. Y las dos veces han sido un craso error porque el PP ha retrocedido en credibilidad y ha dejado de ser un partido de señores para pasar a ser un partido de bandoleros.
La primera vez fue para anunciar que el PP no es VOX, aún cuando se sirva de sus votos; como si esperara ganar por mayoría absoluta en todos los comicios venideros. Ha dañado la relación con los que a partir de ahora serán sus principales socios de gobierno, a falta del derrumbe de Ciudadanos.
La segunda ha sido para intentar aniquilar a Ayuso, su temible alternativa en caso de fracaso electoral en las próximas elecciones generales. Alegando transparencia ha demostrado persecución infame hacia su principal valedora en votos. Ha visto una amenaza donde debía percibir una oportunidad.
Hasta Aznar, casi su padrino político, considera que Casado no está ejerciendo su liderazgo y que debe hacer cambios en su equipo. De hecho, ex ministros populares se han movilizado entre ellos para consensuar un posicionamiento común «para salvar al PP», aunque a través de un congreso extraordinario.
También se han pronunciado Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre que ya sufrieron en sus carnes el acoso y derribo de la dirección nacional exigiendo la dimisión inmediata de Teodoro Egea y con ella de paso la de Casado. Y es que la historia se repite una vez más, pero ahora con más morbo.
Otra vez le estamos haciendo la campaña a la izquierda que sin merecerlo disfruta del espectáculo y aguarda pacientemente los próximos capítulos de la nueva temporada de la serie “Destrucción del PP”.
Y en medio de esta guerra fratricida están los barones territoriales pidiendo auxilio por una parte y la cabeza de Garcia Egea por la otra. Así pues tenemos a Mazon que ni quiere hablar ni puede callar para apoyar a quien le ha dado el cargo.
Feijóo ni quiso ser el sucesor ni quiere ser el salvador de un PP que va a la deriva, ha manifestado que el manejo de ese conflicto ha sido absolutamente desacertado apuntando a Teodoro Egea como principal responsable de tal desastre y ha explicado que la direccion de un partido no está para ampliar un problema, sino para solucionarlo.
También salió Juanma Moreno reclamando unidad, dialogo y respeto para solucionar conflictos y diferencias. Quizás el más conmovedor pero el menos realista porque las posturas son irreconciliables y sólo se pueden solucionar con una intervención quirúrgica para extraer el cáncer del protagonismo que tiene en estos momentos el partido.
Porque ya no basta con echar a Egea, ni a Carromero, ni a Levy, que nada hubieran hecho sin Casado. Todos deben irse para recuperar un mínimo de ejemplaridad.
Pero aunque el PP está huérfano de liderazgo, y con la izquierda hurgando en la
herida, puede aprovechar este terremoto como el origen de la campaña perfecta para
que Ayuso sea la próxima presidenta del PP… y de España.
Rubén Malonda
Catedrático Educación Secundaria