No creo exagerar si hablo del clamor entre los gandienses progresistas contra la fragmentación de la izquierda ante las elecciones municipales del próximo 26 de mayo. Es tan atronador que no hace falta estar muy atento, ni al tanto, para oírlo. Y tan obvio que tampoco es necesario ser politólogo para denunciarlo. Quiero pensar que los padres respectivos de esas candidaturas no son una pandilla de irresponsables, ególatras, sordos y masoquistas ni mucho menos que reciben apoyos caídos del cielo, repartidos por los ángeles. Estoy seguro de que lo hacen por un exceso de confianza en sus propias fuerzas e incluso con buena intención. Pero mucho me temo que no son realistas. Y a las pruebas me remito. Hagamos memoria.
Primero.- En las pasadas elecciones municipales, las de 2015, no sobrepasaron la barrera del 5% UPyD (con un exiguo 0.94% de los sufragios emitidos), el PSDG de Mónica Richart (1.20%), Els Verds (2.16%) ni Podemos, que se presentaba como Si Es Pot Gandia (SEPG) y se quedó a las puertas con el 4.73% de los votos.
Segundo.- Pasemos por alto qué ha sido del evanescente PSDG, cuyo triste presente ha confirmado las sospechas generalizadas sobre cómo, por qué y para qué se improvisó aquella candidatura fugaz (que debía ser celestial, por su vinculación con los ángeles). Pero aprendamos de la experiencia que, en efecto, hay fantasmas que aparecen sólo en campañas electorales y lo pueden hacer incluso disfrazados de ángeles. El mal acecha y, de hecho, fue anunciarse las próximas elecciones y ya hubo algún desconocido, pero con teléfono conocido, que recuperó su vieja costumbre de intoxicación mediática (lo que ahora se denomina “fake news” y siempre fueron bulos y mentiras).
Tercero.- En las pasadas elecciones el PSOE quedó a 42 votos de obtener un concejal más, que habría sido uno menos para el PP. 42 votos.
Cuarto.- Contando con la misma abstención de entonces (27.82%), si en 2015 UPyD se hubiera presentado con el PP y a Mes Gandia se les hubiera unido SEPG y Els Verds, el resultado habría sido PP: 11 concejales (no 12), PSOE: 7 (los mismos que obtuvo), Més Gandia: 7 (no 5) y Ciudadanos: 1 (igual)
Si en lugar de refrescar los números de las pasadas elecciones comparamos la gestión de la legislatura que acaba con la anterior, el despropósito de darle facilidades al “trifachito” en esta ciudad se convierte en imperdonable para quien lo haga, lo propicie o lo facilite por acción u omisión. Porque haciendo recuento somero, a vuelapluma, constatamos que ahora se plantan árboles en las plazas y rotondas en lugar de banderas, se paga a todos los proveedores por igual y en muchísimo menos tiempo, no se persigue a empresarios ni se favorece a los amiguetes, no se promocionan parques acuáticos que no existen, se garantiza la conservación de lo que queda de marjal, se facilitan viviendas sociales y de acogida en lugar de tapiar casas, ¡hasta los presupuestos municipales se hacen legalmente!, no se amenaza a los disidentes ni se investiga a los ciudadanos críticos con el gobierno, se cumplen las leyes (incluida la de extranjería), la alcaldesa sí sabe de lo que habla y no paga para que hablen bien de ella, tampoco ahora se gasta el dinero público en revistas cutres de papel cuché, no se soborna a periodistas y pseudoperiodistas con muchos dedos ni se compran emisoras de radio y TV, la guardia civil no ha vuelto a registrar el despacho del alcalde, han desaparecido las actitudes chulescas y macarras en la política local y los exabruptos en los plenos municipales. Y, en fin, ¡ya no sonroja decir que eres de Gandía!…
Esperemos que tomen nota los implicados en el despropósito de la actual diversidad de candidaturas de izquierda. Bien entendido, por supuesto, que los pactos y acuerdos son siempre cosa de dos, como mínimo, nunca de uno solo y, en consecuencia, son todas las partes implicadas (quien ofrece y quien acepta o rechaza) las responsables de su éxito o fracaso.
Aún estamos a tiempo de reconducir la situación para evitar el desastre. Pero si finalmente no se consigue unificar fuerzas para combatir al adversario común, que es el enemigo de lo común, esperemos que sea por un exceso de confianza en las propias fuerzas, consecuencia de un cálculo erróneo, pero no por un estúpido juego de egos y mucho menos por secretos inconfesables, como diría una muy buena y sabia amiga mía. ¡Aún estamos a tiempo!