He esperado al lunes de San Vicent para escribir mi artículo de esta semana por una razón fundamental: comprobar los resultados de las elecciones presidenciales en Francia. Había que elegir entre susto (Macron) y muerte (Le Pen). Al final ha salido susto, veremos cómo solucionan los franceses su bipolarismo populista representado por el soberbio pero demócrata Macron y la retrógrada, pero fascista Le Pen.

Los partidos tradicionales de derechas e izquierdas ya no cuentan para nada, su ideología se ha diluido como azúcar en el café. ¿Qué ha sido de la izquierda social defensora de los más desfavorecidos, promotora de la libertad, igualdad y fraternidad? ¿Dónde está el europeísmo convergente basado en el bien común por encima del egoísmo local? ¿Cómo se apoya cada vez más al fascismo populista?

Dice Cas Mudde, politólogo neerlandés, que este fascismo del siglo XXI tiene tres características fundamentales.

El Nativismo definido “como ideología que sostiene que los Estados tienen que estar habitados exclusivamente por miembros del grupo nativo y que elementos no nativos (personas e ideas) amenazan el Estado nación homogéneo. Incluye una combinación de nacionalismo y xenofobia”, señala Mudde en su libro ‘Populist radical right parties in Europe’ (2007).

El Autoritarismo como “la creencia en una sociedad rigurosamente ordenada en el que las violaciones a la autoridad se castiguen severamente. Según esta interpretación, incluye ley, orden y moralismo convencional punitivo, pero no implica necesariamente una actitud antidemocrática”.

Por último, el Populismo entendido como “ideología que considera que la sociedad se divide en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘el pueblo puro’ frente a la ‘élite corrupta’ y que sostiene que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo. En la democracia populista, nada es más importante que la ‘voluntad general del pueblo’, ni siquiera los derechos humanos o las garantías constitucionales”.

Y yo me permito añadir que ya basta de blanquear al “fascismo 3.0” llamándolo ultraderecha, los demócratas tenemos la obligación de combatir este creciente peligro para nuestro modelo político y social denunciando, desprestigiando y denigrando sus postulados mostrando sus contradicciones, mentiras y vacuidad sin miedo, ni ambages “contra el fascismo ni olvido, ni indiferencia, ni perdón”.

En la Comunitat Valenciana sufrimos desde hace muchos años una despreciable situación que, cual mancha de aceite, se va empapando y esparciendo entre quienes aquí vivimos y se trata de la  “Infrafinanciación Autonómica”.

Con gobiernos autonómicos y nacionales del mismo signo nunca se ha solucionado, ya no les digo si son de distinto signo, esta cuestión es sangrante y yo me pregunto: ¿Por qué? Somos, según UGT y CIES del PV,  una “Comunidad Autónoma empobrecida que debería recibir  recursos por encima de la media para recuperar el terreno perdido y poder prestar los servicios esenciales que conforman el Estado del Bienestar en términos similares al resto del país.

Sin embargo, no sólo no percibimos recursos por encima de la media, ni tan siquiera en la media, sino que nuestra situación es tristemente única en el sistema: somos los únicos que aportamos a la solidaridad del sistema recursos que necesitamos y que van a financiar a otras Comunidades no siempre más pobres o incluso ricas. 

Porque la perversidad del sistema supone que Comunidades con renta por encima de la media reciban más de lo que aportan. En el sistema caben cuatro posibilidades en las que estar situados, dos lógicas: Comunidades ricas que aportan más de lo que reciben y Comunidades pobres que reciben más de lo que aportan; luego hay un caso anómalo de Comunidades que aún siendo ricas reciben más de lo que aportan y un caso único, la Comunitat Valenciana, la única Comunidad que siendo pobre aporta más de lo que recibe. 

Esta insólita situación es la que hace especialmente urgente que el sistema de financiación, sobradamente caducado, se acuerde y ponga en marcha cuanto antes  y que, mientras tanto, se atienda la situación de nuestra Comunidad asignándose los 1.325 millones de euros que el Conseller y los expertos estiman nos situaría en la  media. 

La crisis económica ha destapado con toda su crudeza una infrafinanciación que se paliaba con elevados ingresos vinculados a la actividad económica y en especial a la burbuja inmobiliaria en los tiempos de bonanza, pero que seguía produciendo déficit en nuestras cuentas públicas a pesar del crecimiento.

Nuestra Comunitat no ha gastado más que la media, nuestros gastos por habitante en educación, sanidad o servicios sociales ha sido inferior y aun así hemos acumulado una deuda por la  infrafinanciación que supera los 20.000 millones de euros de un total de 45.000 millones, que es imposible saldar y hacer compatible con un Estado del Bienestar en nuestra Comunitat que no nos convierta en ciudadanos de segunda”. 

Este agravio comparativo es munición para el fascismo que tacha a los gobernantes de ineficaces y a ellos como abanderados del agravio, sin decir cómo lo solucionarían, pero erigiéndose en abanderados de la reivindicación popular, sin decir que su objetivo es destruir las autonomías y volver a una, grande y ¿libre?. Mientras el President de la Generalitat, Ximo Puig, sigue reclamando solucionar la infrafinanciación, pero sin molestar al gobierno puesto que es de la misma cuerda.

Antes con el PP en el gobierno movilizaba, reivindicaba y acusaba todos los días al partido nacional de menosprecio a los valencianos. Así es cómo los ciudadanos se divorcian de los partidos tradicionalistas por alejarse de sus reivindicaciones y actuar a conveniencia de las circunstancias. Si los partidos demócratas no bajan del pedestal y caminan codo con codo junto a las personas atendiendo sus reivindicaciones y solucionando sus problemas diarios, argumentando una infrafinanciación que no saben solucionar, por ejemplo, el fascismo populista seguirá sumando adeptos irremisiblemente, al tiempo… no nos queda mucho tiempo, ya lo comprobaremos.