Termina un año en el que se cumple lo de “año bisiesto, año siniestro”. Estamos sufriendo la pandemia que ha hecho aflorar problemas preexistentes, aunque silentes, que han complicado mucho más la evolución de esta enfermedad.
Cabe recordar el significado de respeto, “veneración, acatamiento que se hace a alguien” o “miramiento, consideración y deferencia” (RAE). Lógicamente no vamos a pedir veneración y acatamiento, aunque si ser considerados como personas dignas de que se nos considere y que se nos tenga en cuenta tanto a la hora de decidir sobre nuestro futuro como de aquellos asuntos que entendemos necesarios para mantener una mínima calidad de vida.
Nuestro colectivo, personas añosas con “experiencia”, sufre la falta de planificación y consideración que merece su trabajo y por haber hecho posible la situación socioeconómico actual, que aunque no es ni mucho menos ideal, sí es mejor que la que recibimos en nuestro comienzo.
Repasando los hechos aparece en primer plano la pandemia, reflejo de la falta de planificación, y consecuencia de las políticas desarrolladas a nivel sociosanitario. A la vez reflejo de la mayor hipocresía (Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan, RAE) social (responsables los políticos) que nos está tocando sufrir.
¿Por qué hipocresía?, porque todas las manifestaciones públicas en relación a los problemas de las personas mayores vienen determinados por una nula preocupación real del bienestar de estas personas, y lo digo en base a la realidad de las residencias. No se han tenido en cuenta alternativas a las residencias que hubieran determinado una mejor calidad de vida y quizás una mayor protección hacia la infección, pero contemplando este recurso nos encontramos ante una privatización, favorecida por la administración, con lo que uno se plantea ¿de dónde nace la falsa esperanza de que empresas cuyo único objetivo es el acumular dinero van a tener en cuenta algún otro objetivo?
O es que se pretendía que estos lobby consiguieran su objetivo. Y con esto no estoy demonizando a todas las residencias, pues algunas, a pesar de las limitaciones impuestas, han intentado cumplir con el objetivo de atender a los mayores.
Pero no solo han demostrado lo anterior sino que a la vez han dejado patente que la política sanitaria ha sido un error. Se ha estado planificando una atención sanitaria que pivotara sobre Urgencias desatendiendo a los médicos de cabecera (con desprestigio, falta de acceso a pruebas de diagnóstico, escaso personal….) sobrecargando los Centros Hospitalarios, ya que todos se ha erigido en defensores de la vida de las personas mayores, cuando previamente no les había preocupado en absoluto su calidad de vida. Sé que había estructuras, sobre todo de ocio, como los viajes del Imserso los distintos “hogar del Jubilado”, pero uno piensa con esto lo que se conseguía, era tener a todo el grupo callado sin reivindicar ninguna de las carencias importantes.
Si consideramos lo que más directamente nos atañe habiéndolo reivindicado todos estos años, nos encontramos con el Pacto de Toledo. El acuerdo al que se ha llegado sí ha sido siniestro, apareciendo además cierta hipocresía. Prácticamente lo único que se ha conseguido es la revalorización de las pensiones según el IPC, lo que algunos intentan condicionar. Nada sobre las pensiones mínimas, ni sobre la brecha salarial entre hombres y mujeres, ni pensiones de viudedad.., pero sí que se recomienda alargar la edad de jubilación al igual que los años para computar la pensión, y cómo no las claras disposiciones para conseguir que tomen vuelo las pensiones privadas (planes privados de empresa, donde parece que la opinión del trabajador no va a contar demasiado).
Esta situación viene avalada incluso por el silencio de aquellos que hace un tiempo se negaron a firmar este pacto porque perjudicaba claramente a los que se iban a jubilar y a los que ya lo estaban. Uno se pregunta ¿hemos sido utilizados como moneda de cambio para conseguir otras ventajas sociales? Si fuera así podría tener una explicación, pero resulta que recientemente se han negado, no quien lo había propuesto. a subir el SMI.
Ante toda esta siniestralidad, parece que se esté aprovechando una situación de crisis general para conseguir objetivos claramente económicos para unos pocos, lo cual si tuviéramos memoria no nos debería extrañar, ya que estos grupos aprovechan la desgracia ajena para aumentándola conseguir mayores beneficios.
Ante todo lo anterior uno se pregunta ¿qué puedo hacer?. Lo que quisieran estos grupos es que llegáramos a la conclusión de que como no se puede hacer nada me estoy quieto. Pero no, tenemos que ganarnos el respeto de la sociedad y esto sólo se puede conseguir si somos capaces de transmitir que estamos vivos y reivindicamos no solo aquello que aparentemente nos es propio, sino además todo lo que va en beneficio de la mayoría, tanto las pensiones dignas, políticas residenciales adecuadas y participadas en sus decisiones por los afectados, la Sanidad pública, la Educación con igualdad de oportunidades real, un SMI que permita vivir de forma digna a quien trabaja, eliminando el mileuirismo y la precariedad laboral.
Todo antes que permanecer inactivos por creer que no se puede hacer nada.
Tenemos por delante un año que debemos conseguir que sea fructífero.