Manuel Sánchez, las manos que tallaron brazaletes para los jeques árabes

Manuel Sánchez dejó Córdoba para vivir en Gandia. En esta ciudad hizo grandes amigos que lo recuerdan con cariño, pero sobre todo hablan de él como el hombre emprendedor que centró su talento en el diseño de joyas. Sus orígenes son muy humildes. Convirtió una habitación de su casa en su taller donde transformaba el oro en las primeras piezas que empezó a confeccionar.

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En poco tiempo, dio un paso al frente y abrió su primer taller en la calle Nogueres y después, en Loreto. De allí salieron innumerables joyas, algunas sencillas, otras muy elaboradas, y no se cuentan por decenas, sino por cientos, las familias que guardan todavía en su casa algunos de sus diseños. Desde 1960 trabajó incansablemente. Muy cerca de él, entre martillazos en frío para conseguir láminas e hilos que adoptarían después formas variadas, creció Alicia, su hija. Ella asumió el relevo generacional en esta pequeña joyería que hoy se encuentra en la calle Santa Clara, detrás del Ayuntamiento.

 

 

[Img #19861]Joyería Manuel Sánchez es uno de esos negocios familiares arraigados en Gandia con una clientela fiel desde hace décadas. “Aún viene mujeres con joyas que hizo mi padre. Algunas las traen simplemente para mostrarme el trabajo bien hecho y otras para que se las adapte a la moda actual”. De esas visitas, de las anécdotas y alabanzas que le cuenta, Alicia no siente más que admiración y orgullo hacia su padre, de quien aprendió el oficio, pero también el significado del sacrificio y la entrega.

 

 

Lo que pocos saben en Gandia es que este artesano y joyero no sólo fabricó y diseñó para las familias de la zona. Jeques árabes le hicieron encargos, “les diseñaba y elaboraba productos como brazaletes, anillos, pendientes, broches u otro tipo de complementos. Le recuerdo haciendo joyas muy costosas y elaboradas”, recuerda Alicia. “Trabajaba, sobre todo, el oro, porque también tenía muchos pedidos de familias gitanas, que les encantaba tener piezas de mucho peso, sobre todo, cadenas y pulseras”.

 

 

Manuel mantuvo su negocio y sobrevivió a momentos económicos adversos. “Mi padre, por suerte, no sufrió directamente la crisis de los 80, que fue para nuestro sector muy desagradable. Pero si la vivió de cerca, por una parte, porque no vendíamos joyas dada la inestabilidad económica, pero por otra, era desgarrador ver a clientas de toda la vida que venían a vender las joyas hechas por mi padre para poder comer”.

 

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Alicia confiaba en no tener que revivir una situación similar. Pero a ella le tocó otra crisis, la derivada de la pandemia mundial del coronavirus que, un año después, sigue mermando la economía de miles de familias y afectando, directamente, a los pequeños comercios. Gandia ve cómo van despareciendo “los comercios de toda la vida”. Ya cuesta encontrar firmas centenarias o con la tercera generación al frente.

 

 

Pero Alicia decidió seguir los pasos de su padre y consigue mantenerse en pie, luchando a diario contra la crisis y reivindicando la importancia del comercio artesanal, local, de proximidad, frente a las grandes multinacionales y ventas online, y se enorgullece de ello. Pero no todos pueden decir lo mismo.

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