La campaña citrícola ya está en marcha en la Safor y las expectativas en el sector son ligeramente esperanzadoras en un sector cada vez más castigado. Este año hay dos aspectos principales que van a marcar la temporada. Por un lado, la producción, que tras los episodios de lluvias y diversos temporales del año pasado se va a ver considerablemente mermada en la comarca. Por otro lado, los precios, que se han incrementado hasta en un 30%, al menos en las variedades primerizas, como algunas mandarinas (okitsu, clausellina y las clementinas, como la marisol) y la naranja navelina, precisamente por esa bajada en la producción. Este año, ya se están firmando compras de entre 3 y 4 euros por arroba (unos 12,7 kg), cuando el año pasado los negocios se cerraron en torno a los 2,5 euros.
La crisis sanitaria de la Covid-19 también ha tenido que ver, ya que la demanda de fruta, especialmente, para la elaboración de zumos, ha aumentado, tanto en el mercado nacional como en el europeo. Y precisamente porque el mercado sabe que este año habrá menos producción, el cierre de contratos de compra se ha acelerado en el mes de septiembre. “El comercio quiere posicionarse y asegurarse la mercancía”, explica Salvador Juan, portavoz de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA) en la zona de Tavernes de la Valldigna.
De hecho, en las superficies comerciales se está vendiendo producto extranjero con precios hasta los 3 euros por kilo. En esto momentos, ha comenzado la recogida de esas variedades tempranas y en las próximas semanas se pasará a la producción completa de navelina, una de las que más reducción tiene en cuanto a producción, aunque muchos de los tratos ya están cerrados. Por lo que respecta a las variedades más tardías (Late, valencia, salustiana…), la merma en la cantidad es aún mayor por las lluvias y la falta de frío en el invierno pasado. Eso provocó que mucha flor se pudriera y no creciera el fruto. También en estos casos se espera que el mercado responda positivamente en cuanto a demanda y subida de precios.
PROBLEMA DE PLAGAS
Otra de las problemáticas que el sector agrario valenciano arrastra en la aparición de nuevas plagas y la prohibición del uso de determinados productos químicos para combatirlas. Actualmente, las miradas se centran en el denominado ‘cotonet’, importado de plantaciones de Sudáfrica, “que ya hemos visto en algunas zonas de aquí de la Safor”, advierte Salvador Juan. “Por suerte –añade- de momento está atacando a la segunda floración del árbol, lo que llamamos el ‘repom’”.
Las asociaciones agrarias llevan años reclamando equidad en las exigencias fitosanitarias, esto es, que se someta a las mismas restricciones y controles a la producción local y a la importada del extranjero, para evitar crear agravios comparativos y favorecer una competencia en igualdad de condiciones, además de para evitar que llegue mercancía afectada por dichas plagas.
“Nos exigen que cada vez seamos más ecológicos, y eso está bien. Ahora se está probando con la suelta de bichos que son predadores, pero eso tarda, no se reproduce tan fácil. Y ya nos han prohibido usar los productos que usábamos antes. Está bien que se cambie, pero que sea cuando ya haya alternativas eficaces”, resalta Juan. En ese sentido, la conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecològica anunció hace unas semanas la puesta en marcha insectarios públicos para criar depredadores de nuevas plagas que afectan al caqui y a los cítricos y municipios como Oliva ya lo han puesto en marcha por cuenta propia.
PÉRDIDA DE PRODUCTO
Con motivo de la declaración por parte de las Naciones Unidas del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) advierte de que el desperdicio alimentario no es sólo un problema en la fase de la distribución y consumo, sino que ya se produce y crece de manera alarmante a pie de campo. Tanto es así que, debido a la falta de soluciones autorizadas para hacer frente a las plagas y enfermedades agrarias que impone la política fitosanitaria europea, la agricultura valenciana alcanzará este año un desperdicio alimentario récord de 450.000 toneladas, que se traduce en unas pérdidas de 156,6 millones para los productores, según un estudio técnico elaborado por AVA-ASAJA.
Los cultivos más afectados son los cítricos, especialmente las naranjas y mandarinas, que superarán las 357.800 toneladas perdidas en los huertos de la Comunitat, lo que arroja unas pérdidas de 120 millones de euros entre los perjuicios directos sobre la fruta y los costes de los tratamientos realizados. La Safor no queda al margen de esa realidad.
La principal causa que explica este desperdicio es la supresión esta campaña del Metil Clorpirifos, la única materia activa eficaz contra el Cotonet de Sudáfrica (Delottococcus aberiae), “sin poner a disposición alternativas de control viables y con la lucha biológica aún en una fase experimental”. Otras plagas como el Trips de la Orquídea también se están expandiendo sin control.
El presidente de AVA-ASAJA, Cristóbal Aguado, remarca que “la política fitosanitaria europea, con la complicidad vergonzosa del Gobierno español, está equivocada y nos aleja de los objetivos contra el cambio climático. La eliminación de las materias activas fitosanitarias empujada por postulados ideológicos y sin criterios científicos aumenta el número de tratamientos en el campo para combatir las plagas y enfermedades, con la degradación ambiental que ello implica; dispara el desperdicio alimentario a lo largo del ciclo del cultivo, sin reducir el consumo de recursos como abonos, fertilizantes, agua o energía; agrava la crisis de rentabilidad y eleva el abandono de campos. Justo lo contrario de lo que Europa debería lograr para preservar un territorio cuidado, productivo y sostenible”.
Además, Aguado recuerda la “contradicción suicida de que esas mismas administraciones comunitarias abren sus puertas a productos agrarios de terceros países que compiten de manera desleal porque utilizan sustancias activas que han sido prohibidas a los agricultores europeos. Sin duda, las políticas agrarias de la Unión Europea requieren un cambio de rumbo y lo requieren ya”.