A las 21 horas del 9 de enero de 1543 falleció en Gandía el duque don Juan de Borja Enríquez. Su heredero, Francisco, no pudo asistir al entierro de su padre porque las obligaciones como virrey de Cataluña lo retuvieron en Barcelona por orden directa del emperador. El 8 de mayo entró en su villa natal, de la que había salido, huyendo de los agermanados, cuando aún no había cumplido los once años de edad y a donde solo había vuelto de manera esporádica y siempre de visita. En esta ocasión su plan tampoco era estar aquí demasiado tiempo; el estrictamente necesario para hacerse cargo del testamento de su padre y tomar posesión del ducado. Cuestión de meses, como mucho, antes de volver a la primera fila de la corte con su flamante nombramiento como mayordomo mayor del príncipe Felipe, a punto de casarse con María Manuela de Portugal, su primera esposa.
Estos planes, empero, se truncaron de manera sorprendente e irreversible, con el agravante añadido de que a la gran frustración personal que tan inesperada adversidad política le generó al nuevo duque de Gandía inmediatamente se uniría el conflicto jurídico por la herencia de su padre con la segunda esposa de Juan de Borja, Francisca de Castro Pinós, y los muchos hijos de ésta, hermanastros del nuevo cabeza de la casa y corte ducal de los Borja.
Resulta muy sorprendente que en la mayor parte de las biografías al uso sobre el santo duque de Gandía se siga pasando de puntillas sobre estos dos aspectos tan relevantes. Y, lo que es todavía peor, que en el par de líneas con las que normalmente se pretende saldar un asunto tan complejo como el pleito familiar por la herencia del III duque se dé por hecho, y se repita, que Francisco se negaba a pagar la dote de su madrastra, lo cual no responde a la realidad.
Abordaremos ambos asuntos en nuestra conferencia sobre “La casa y corte de Francisco de Borja, IV duque de Gandía”. Nos ocuparemos, sobre todo, de ese pleito familiar, que se prolongó durante casi todo el tiempo que Francisco estuvo al frente del ducado, pues creemos que es asunto menos conocido y nos parece que está muy mal explicado. No pretendemos que nuestra versión sea la verdadera, entre otras razones porque la Verdad absoluta, con mayúscula, solo existe en el terreno de las creencias religiosas y nosotros no nos movemos en el ámbito de la fe, sino en el de la ciencia. Tampoco es nuestra intención condenar o absolver al santo duque de Gandía, pues no somos jueces (ni Clío lo quiera). Aspiramos tan solo (o ni más ni menos, según se mire) a intentar dar una explicación coherente y basada en pruebas documentales de una de las páginas más singulares de nuestra historia, que va muchísimo más allá de la sombra que proyecta el deteriorado campanario de la Seo. Y hemos tenido la inmensa suerte de dar con una novedad, que comentaremos en rigurosa primicia el próximo día 7 de septiembre en el Palau ducal de Gandía, ¿dónde, si no?
Santiago La Parra López
(Universitat Politècnica de València-EPSG)