¿Alguna vez se han parado a pensar en la evolución? A reconocer que vivimos en una sociedad intergeneracional, que ha evolucionado de una manera veloz y en la que debemos respetar esas formas de vida que otros han tenido y que siguen arrastrando.
El 8 de marzo, Día de la Mujer, no sirve solo para reivindicar y luchar por los derechos reales de las mujeres. El 8M también es un muy buen momento para conocer la historia de esas tres mujeres que viven a nuestro alrededor. Tres personas de distintas generaciones que conviven, con una historia de vida diferente, pero con muchas cosas en común. Y no solo la de ser mujer.
Si nos remontamos 87 años atrás, comienza la vida de Encarna Aparisi. Una mujer valiente nacida en plena Guerra Civil que ha sido conocedora de las limitaciones de las mujeres, pero también ha tenido la gran suerte de ver como su hija y sus nietas ahora son independientes, libres y “atrevidas”, como ella dice.
En su época de juventud casi ninguna mujer de su entorno seguía estudiando más allá de los 14 años. “Lo normal en esa época era no estudiar ninguna carrera, sobre todo las mujeres, mis padres me enviaron a aprender a coser pero sin ninguna remuneración” asegura Encarna.
Su libertad difiere mucho de la conocida hoy: “Soy la mayor de tres hermanos y, cuando era joven, mis hermanos sí podían ir solos a todos los sitios, pero a las mujeres no nos dejaban ir solas, siempre necesitábamos a alguien que nos acompañara”. Pero, a pesar de ello, Encarna afirma con una gran sonrisa que “nunca he tenido ningún problema por ser mujer. En mi casa lo hacía yo todo, cosía para la familia, hacía la casa y cuidaba a los niños y el que trabajaba era mi marido. Yo elegí esa vida, porque para mí es lo normal”.

Encarna Aparisi: “Lo he pasado muy bien en mi vida, con mi marido, tengo unos hijos de los que no me puedo quejar, una familia muy buena. Para mí todo eso me hace ser feliz como mujer”.
Hace 52 años fue cuando Maite Gavilá comenzó su vida. Con más derechos y libertades, aunque con esa educación de “la mujer es la que tiene que cuidar, limpiar y ocuparse de la casa”. Al igual que Encarna, hasta que no se casó no salió de casa de sus padres, pero ella sí que tuvo la libertad de estudiar y trabajar.
“He vivido sin esa represión y miedo con la que se vivía antes, pero tampoco he tenido la libertad que tienen las jóvenes de ahora”. Y esta semilibertad es la que le ha acompañado a ella, y a toda su generación, a lo largo de su vida.
Estudios, trabajo, casa e hijos. Todo sobre la espalda de esa mujer que empezaba a salir más a la calle, a enfrentarse a otros problemas sociales, a reivindicar su derecho, pero que en el calor del hogar seguía teniendo ese peso único de la crianza y la limpieza, sin ayuda. “Esto carga mucho, estar a las 23:30 horas poniendo lavadores y limpiando porque al día siguiente tienes que trabajar mientras los hombres de casa están viendo la televisión”.

Maite Gavilá: “Lo mejor de ser mujer para mí es tener la capacidad de crear vida y que a día de hoy lo podamos hacer solas”
Y si recortamos un poco más el tiempo y nos remontamos al 1998, podemos decir que Belén Borrell es sinónimo de evolución y libertad. Una mujer a la que, como bien dice Maite “no le hace falta la nómina del hombre a fin de mes” porque gracias a su trabajo ha sido capaz de comprarse su propia casa de manera independiente.
Belén ha crecido en un entorno donde “todos hemos sido iguales, he ido a un colegio donde se nos ha tratado a todos por igual, en mi casa mi hermano y yo hemos sido iguales, por lo que no he notado ninguna diferencia”.
A pesar de ello, sí que ha podido vivir ciertos momentos en los que el papel de la mujer sigue anclado en el pasado. “Mi trabajo -auxiliar de enfermería- es un sector mayoritariamente femenino. Basado en mi experiencia, creo que los empleos relacionados con los cuidados son mayoritariamente femeninos porque a lo largo de los años se nos ha enseñado más a nosotras al cuidado de los familiares e hijos”.

Belén Borrell: “Ser mujer y ser libre e independiente, eso es lo mejor. Y gran parte se lo debemos a las generaciones de mujeres anteriores”.
Pero, aunque sea evidente la gran evolución de derechos y libertades, y parezcan diferentes, las tres coinciden en una cosa: el feminismo debe buscar la igualdad entre mujeres y hombres.
Las tres generaciones rechazan las ideas más radicales, asegurando que “estamos rozando lo extremo, a veces siendo mujer te da miedo hablar porque todo ofende y molesta” –Belén Borrell-, “lo que estamos viendo estos últimos años, el contenido de ese feminismo más radical hace que muchas personas vean este movimiento de manera negativa” – Maite Gavilá-, o “no sé bien definir el feminismo, yo admiro a las mujeres que se atreven y hacen las cosas, pero no me gusta que ahora empiecen a echar por el suelo a los hombres” –Encarna Aparisi-.
62 años de diferencia entre la primera y la tercera generación. Historias de vida diferentes que evolucionan hacia una sociedad mucho más libre y segura para las mujeres, que luchan cada una a su manera por ser reconocidas de manera igualitaria y donde todavía queda mucho camino por recorrer. Y seguro que estas tres generaciones unidas harán que el mundo avance con libertad, seguridad y respeto.