Hablar de Casa Sanchis en Gandia es reconocer a uno de los restaurantes más longevos de la ciudad. Todo comienza en 1931, cuando España estrenaba la república. Desde Beneixama, un pueblo del interior de la Comunidad Valenciana, el tío bisabuelo del actual propietario se trasladaba a vender vino y aceite a Gandia. Muy pronto, Constantino vio la posibilidad de abrir en esta ciudad una taberna para vender ese vino en copa. Así comenzó todo, con el nombre de ‘Cervecería Navarro’. Con el tiempo, Tino acompañaba los vinos con algún figatell, capellà o croquetas de bacalao.
“En 1964 mi tío quería retirarse y le ofrece a mi padre la posibilidad de hacerse cargo de la taberna que entonces contaba con tres mesas, una barra y muchos barriles de aceite y vino”, recuerda Salva Sanchis. Entonces comienza Francisco Sanchis de la mano de su mujer Regina a regentar “Casa Sanchis”. El matrimonio se traslada desde Beneixama con sus tres hijos. Pronto esos niños se acostumbrarían a estar en la trastienda del negocio familiar. “Solo una cortina separaba la vivienda del bar. En la cocina hacíamos los deberes y mi madre cocinaba para nuestra familia y para el bar, no había ni siquiera un sofá”. Entonces ya tenían seis mesas y Regina cocinaba muchas tapas.
Sanchis recuerda cómo su padre en los años 60 introduce aperitivos, compra unos calentadores de cocina (aún no salían los microondas) y también expositores de comida. En los 70, ya daban comidas y cenas, pero a base de bocadillos.
“Mi padre era muy sociable y los turistas franceses venían a nuestro local porque era algo ‘extraño’, diferente a lo que ellos conocían, tanto por el local en sí, como por la comida. Cuando entablaba mucha relación o había feeling, abría la cortina y entonces pasaban a la trastienda y comían con nosotros en la mesa familiar. Yo era un adolescente y recuerdo a esas mujeres rubias, con minifaldas tan diferentes a lo que nosotros veíamos. Además llegaban al bar rojos como tomates y para nosotros era toda una novedad”.
Esas reuniones con largas sobremesas, Salva las recuerda como unos momentos muy felices. “Todos los años llegaba Marcel, un francés muy gordo que era muy aficionado a la comida, le preparaba mi madre comida típica de la zona y se lo pasaba a lo grande. Era un turista gastronónico”.
POR QUÉ EL NOMBRE LA TULIPA
“La Tulipa” o “Casa Sanchis” son los dos nombres que se utilizan indistintamente. Pero pocos saben el origen de La Tulipa. Salva Sanchis entre risas comenta que su tío, era un discutidor nato y en las paredes de la taberna habían unas pantallas de luz que llamaban la atención a los clientes. “Pero era incapaz de aceptar la palabra pantallas, para él eran tulipas porque tenían la forma de tulipanes. Se cogía unos cabreos monumentales con este tema, tanto que mi tía salía de la cocina para calmarlo y desde entonces, los clientes comenzaron a llamar al bar ‘La Tulipa’ solo para provocarlo y ahí quedó el nombre”.
Con los años a ese mismo local sus sobrinos lo utilizarían también como su propio hogar. “La televisión estaba en el local y era una fiesta para la familia ir a ver ciertos programas como los festivales de Eurovisión. Comprábamos en Tano pastas dulces y en dos mesas del bar disfrutábamos del ambiente familiar. En la planta de arriba estaba la vivienda donde solo habían dormitorios y un baño”.
Entre esas paredes se han fraguado muchos negocios y también se han cerrado algunos acuerdos muy importantes para la historia de esta ciudad. Sanchis recuerda la tarde-noche que entró Diana Morant y Ciro Palmer al local para finiquitar el apoyo de Ciudadanos al gobierno del PSOE. “Yo entraba a la salita, dejaba comida y bebida y salía rápidamente, mientras, Guillermo Barber del PP que algo había visto, se paseaba por la acera”.
En este bar también la coalición de Més Gandia realizó durante su nacimiento muchas reuniones, allí también se elaboraron muchos puntos de su programa electoral. Además, la Asociación Republicana de la Safor eligió ‘Casa Sanchis’ para dar sus primeros pasos. “A media tarde cerraba el bar y se hacían ahí las reuniones. Fue una etapa muy especial”, recuerda Salva Sanchis.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
En 1984, Francisco Sanchis (abuelo del actual propietario) se quería retirar y ninguno de sus hijos deseaba continuar con el negocio familiar “habíamos visto el sacrificio de mis padres, mi madre se levantaba temprano para preparar las croquetas, ensaladillas… y era la última que se iba limpiando la cocina. Cada uno de los hijos teníamos nuestros trabajos y entonces decidieron alquilarlo” rememora Salva.
Durante 20 años, Pedro Olivares regentó el local hasta que en 2004, la vida personal de Salva Sanchis que trabajaba de informático de ODEC, da un vuelco y decide hacerse cargo del negocio familiar. Planea todo con minuciosidad. “Quería darle nuevos aires al bar. Fue entonces cuando se me ocurrió que podía abrir una terraza en la calle Forn, cambié el mobiliario, reformé las paredes y lo redecoré”.
Decidió que el cambio también debería ser gastronómico. “Hice un menú diario y aposté por la cocina tradicional valenciana”. Así introdujo el gazpacho del pastor, los guisos de verduras, las paellas marineras o el tradicional puchero. “Fue algo novedoso porque la mayoría de los restaurantes apostaban por la nueva cocina con mezcla de sabores y yo recogía las recetas tradicionales que eran muy conocidas en el interior. Eso fue un éxito”.
Salva se retira hace dos años, pero la empresa continúa en manos de su hijo Felix, que cuenta “había estudiado historia, al finalizar la carrera me fui a Barcelona sin saber muy bien qué hacer”. Desde los 16 o 17 años, Felix ya había trabajado en el bar ayudando a su padre los fines de semana, durante las fiestas y todos los veranos. “Me gustaba el negocio familiar, estudiaba pero el gusanillo del bar me picaba aunque discrepaba con mi padre en algunos aspectos de cómo se debía regentar el bar”. Cuando regresó de Barcelona tenía claro que quería seguir en el bar.
Así, poco a poco «fuimos haciendo el traspaso que fue complicado, con bastantes choques de ideas con mi padre, pero finalmente llegamos a un acuerdo, a un equilibrio y fue algo progresivo que finalmente ha salido bien. Intento mejorar en organización, pero tengo claro que lo más importante es seguir respetando la cocina tradicional valenciana aunque la carta la he racionalizado un poco porque me gusta tener 15 platos y hacerlos bien, a ofertar 40 y que alguno salga regular”.
Esta nueva generación intenta conservar la esencia de bar que se está perdiendo. “Intento ser un poco el guardían de la tradición culinaria. Potenciar lo que se hacía bien y realizar pequeños ajustes”.