Durante el mes de noviembre he tenido la oportunidad de impartir varios talleres de suelo pélvico en La Safor: dos en asociaciones de mujeres (Raval y Benipeixcar) con una asistencia aproximada de 60 mujeres en cada charla, una a las mujeres de la Muixeranga, a la que asistieron unas 30 mujeres en Almoines, así como he podido realizar en Gandía el trabajo de fin de master de Sexología Clínica, un trabajo de investigación sobre “Mindulness y deseo sexual femenino” con 32 mujeres.
Las charlas de la asociaciones de mujeres han sido promovidas por la Concejalía de Sanidad del Ayuntamiento de Gandia. Para poder realizar las sesiones del trabajo de fin de master he contado con las instalaciones cedidas por la Concejalía de Igualdad.
Quien se mueve entre grupos de mujeres sabe de la necesidad de espacios donde podamos expresarnos, donde encontrar una escucha atenta… un espacio de seguridad y libertad a la vez. Un espacio donde podamos reconocernos entre nosotras pues son siglos de sometimiento, ninguneo, competitividad y entrega de nuestras vidas para que otros construyan las suyas. Afortunadamente esto ha ido cambiando pero nosotras sabemos lo que aún nos cuesta.
En todos estos círculos o charlas sale el tema en algún momento u otro: cuánto desconocimiento hay (en plena era de la información) sobre nuestra anatomía íntima y todos los factores que repercuten en ella. Cuánta falta hace una educación sexual enmarcada en la era en la que vivimos y encontrar un punto medio entre la censura (de la que hace bien poco que salimos) y el porno, que ha ocupado prácticamente toda la esfera de la sexualidad.
Se necesitan espacios donde poder aprender una sexualidad placentera con valores emocionales y afectivos. Una sexualidad ética y empática, que nos haga crecer como seres humanos. Y para ello necesitamos tiempo y espacio.
El tiempo… No solo las mujeres, sino también los hombres habitamos la “Sociedad del cansancio” tal y como indica el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, donde el maratón diario que son todas las actividades que hemos de hacer a lo largo del día y con un cada vez mayor nivel de exigencia, hace que restemos cada vez más tiempo a todo aquello que consideramos menos urgente, sin darnos cuenta de que no hay nada más urgente que reecontrarnos con nosotros mismos.
En el caso de las mujeres, la presión externa a ser eternamente jóvenes, bellas y delgadas complica mucho más el asunto y son muchas las que sucumben a esta imposición a costa de olvidarse de quiénes son y cuáles son sus verdaderos deseos.
Al fin y al cabo, el neoliberalismo también llega a nuestra imagen externa y a la sexualidad, condicionando nuestros deseos y nuestro autoconcepto.
Me emociona especialmente cuando en los encuentros las mujeres asienten porque ya sabían esto así como las que de repente “se dan cuenta”. El hermanamiento que surge en ese momento no se puede explicar, pero sí se puede sentir.
Siento que en el mes de noviembre en la Safor hemos sembrado, entre todas las mujeres que han venido a compartir, semillas de empatía y solidaridad.